A la hora de mantener la cama calentita por las noches sin tener que encender la calefacción general de la vivienda o una concreta en la habitación, como vimos en su día una de las opciones que tenemos son los conocidos como calientacamas eléctricos.
Se trata de unos dispositivos cuya función es precisamente calentar la cama a una temperatura de entre 40 y 60 grados para que cuando nos metamos estemos bien confortables y sin los riesgos de tener ascuas o los inconvenientes de otros sistemas como las bolsas de agua caliente.
En el mercado podemos encontrar básicamente dos tipos de estos aparatos, cada uno con sus ventajas e inconvenientes que merece la pena conocer antes de decidirnos a comprarlo.
Calientacamas de tipo "almohadilla eléctrica"
Los calientacamas de tipo mantas o almohadillas eléctricas térmicas son los más conocidos, al tratarse de unos dispositivos que llevan una resistencia en su interior capaz de generar una cantidad controlada de calor para mantenernos confortables.
Su funcionamiento es muy sencillo. Basta con enchufarlos a la red eléctrica de casa, encenderlos desde el mando integrado que suelen incorporar y ya comienzan a dar un calor seco que podemos regular con diferentes niveles de potencia.
En general en el mercado encontramos modelos que ofrecen varias intensidades relacionadas con los niveles de potencia eléctrica que consumen. Así, podemos encontrar modelos que alcanzan temperaturas de entre 30 y 70 grados centígrados con consumos de entre 50 y 150 vatios en el caso de los más grandes.
También suelen incluir un limitador de potencia bien por que se alcanza la temperatura marcada o bien porque hemos sobrepasado el tiempo de uso recomendado por el fabricante, cifra que suele variar entre 30 y 120 minutos, dependiendo del modelo. Esto es fundamental si estamos pensando en dejarlos encendidos en la cama y queremos prevenir posibles problemas de sobrecalentamientos.
Su principal ventaja es que generan un calor seco instantáneo, constante y agradable que podemos regular fácilmente con el mando incluido en el propio cable.
Son portátiles, relativamente económicos, sencillos de usar y en general pueden lavarse en la lavadora completamente o por partes.
En cuanto a las desventajas, estamos limitados a la longitud del cable, por lo que si queremos movernos de habitación y seguir calentitos tendremos que desenchufar y volver a enchufar. Además, este cable suele resultar molesto cuando nos tumbamos y hay que tener cuidado de que no se doble.
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Calientacamas de acumulación portátiles
Otra opción para mantener la cama calentita son los acumuladores de calor compactos portátiles, unos dispositivos de pequeñas dimensiones que ofrecen temperaturas de entre 40 y 60 grados durante varias horas.
Son aparatos que almacenan energía térmica y están fabricados con un material que permite retener el calor, como la cerámica o la piedra, excitados a su vez por una resistencia eléctrica.
Su funcionamiento es bien sencillo: se enchufan a la electricidad, esperamos unos minutos a que alcance la máxima temperatura, momento que nos indicará una luz exterior, y ya están listos para ser introducidos en la cama bajo las sábanas.
Entre sus ventajas está la alta eficiencia, ya que basta con 3 o 4 minutos de conexión a la electricidad con potencias de 500-800 vatios, con lo que el gasto final total suele ser de unos 25-50 vatios y nos dará calor durante dos o tres horas.
También son muy rápidos, por lo que enseguida comienzan a emitir calor, fáciles de usar, muy económicos y sencillos de trasladar. Además tras haberlo cargado ya no necesitan estar enchufados a la corriente, por lo que podemos meterlo en la cama sin temor a los cables.
Entre sus inconvenientes el principal es que no tienen termostato o un regulador de temperatura, de forma que todo el calor se desprende sin que podamos controlar la forma en la que lo hace.
Esto implica que al principio cuando están cargados al máximo pueden llegar a emitir un calor demasiado intenso que resulta molesto, algo que va disminuyendo con el paso de los minutos.
Además, la mayoría de modelos tiene un sistema de seguridad que impide que podamos volver a recargarlos hasta que no baje la temperatura completamente, por lo que puede darse la situación de que aparentemente ya esté frío pero no nos deje volver a encenderlo.
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