Comprar una pantalla demasiado grande puede ocasionar inconvenientes inesperados una vez la tenemos en casa
Cada vez hay televisores con paneles de mayor diagonal y por precios más económicos, de ahí que a muchos usuarios cuando nos toque renovar o actualizar nuestra vieja pantalla se nos pase por la mente comprar la tele más grande que nos quepa en casa, ya sea en el mueble del salón o directamente colgada en la pared.
Sin duda nos proporcionará una imagen de lo más espectacular, pero como no siempre contamos con una sala tan grande como las que salen en las revistas de decoración o en la publicidad de los fabricantes, instalar una tele gigante en un salón diminuto puede tener una serie de inconvenientes fisiológicos que nos pasen factura en el largo plazo.
De ahí que tanto las marcas como los expertos nos recomienden considerar una serie de aspectos sobre distancias de visualización y tamaños de diagonal de la pantalla antes de comprar nuestro modelo ideal, de forma que éste se adecúe al tamaño de la sala donde lo vamos a instalar y a nuestra posición habitual como espectadores dentro de ella.
Problemas de salud por tener una tele demasiado grande
En anteriores ocasiones hemos comentado cómo los expertos recomiendan considerar un ángulo de visionado óptimo de 30 grados en un intento por reducir el denominado como efecto o problema del "partido de tenis".
¿Qué distancia sería entonces la óptima? Pues la regla general es que la distancia mínima de visionado sea de tres veces la altura del televisor o 1,6 veces la diagonal de una pantalla 16:9.
Así, para distancias de menos de 2 metros sería recomendable un tamaño de hasta 50 pulgadas, las 55 pulgadas quedan reservadas para distancias de 2,1 metros, las 65 pulgadas son recomendables para unos 2,5 metros y si queremos meter 75 o más pulgadas deberíamos tener por lo menos 2,9 metros de distancia entre la pantalla y nuestra posición habitual en la sala.
Si no seguimos estas consideraciones y optamos finalmente por un modelo demasiado grande, a la larga podemos sufrir varios inconvenientes que degradarán nuestra experiencia de uso e incluso nuestra salud. En primer lugar está la conocida como fatiga visual por el hecho de no abarcar toda la pantalla de un solo vistazo.
Es decir, que tengamos que estar moviendo la cabeza continuamente de un lado a otro para ver todas las secciones de la imagen en pantalla. Se trata de una molestia que sufriremos dependiendo del uso que le demos a la tele. Por ejemplo si la queremos solo para ver cine un par de horas seguidas la fatiga será mínima, pero si estamos todo el día frente a la pantalla puede llegar a ocasionar serias molestias.
Es por ejemplo el caso de quién usa una tele o monitor demasiado grande para su distancia de visionado a la hora de jugar de forma frecuente y durante largos periodos de tiempo, pudiendo sufrir molestias oculares y musculares causadas por una postura fija en la que solo unos pocos músculos tienen que estar moviéndose constantemente para cubrir toda la superficie del panel.
No poder abarcar la pantalla entera de un solo vistazo puede llegar a ocasionar a la larga molestias en los músculos del cuello y espalda así como un exceso de acomodación en los ojos, que según algunos especialistas médicos puede desembocar en síntomas como escozor o visión borrosa que lógicamente empeoran con el tiempo de utilización de las pantallas.
Además, una tele grande será en general más luminosa que una pequeña, ya que tiene una mayor superficie de emisión y los fabricantes reservan las tecnologías más punteras capaces de emitir más nits para sus modelos de gamas más altas con mayores diagonales.
Es una característica ideal si queremos usarla de día en una sala con mucha luz ambiental, pero si somos de realizar visionados en una sala con poca iluminación y/o por la tarde-noche, tener una tele enorme muy luminosa puede llegar a ser contraproducente.
Si vamos a ver la tele durante muchas horas, el tener una fuente de luz directa apuntando hacia nosotros tan grande, potente (aunque siempre se puede bajar la intensidad de la luz hasta un cierto punto) y relativamente tan cerca, puede llegar a ocasionar molestias y fatiga visual.
De ahí que si lo nuestro es ver la tele por la noche durante periodos de tiempo prolongados sea recomendable contar con algo de luz ambiental que difumine el impacto de la luz directa y reduzca la fatiga ocular.
Como vemos, la idea de montar una pantalla gigante en casa está limitada no solo por la resolución que podemos observar y los píxeles que podamos aprovechar, sino que está íntimamente ligada al espacio disponible en la sala así como a la distancia a la que nos vamos a sentar "habitualmente" para ver contenidos. Pero es precisamente este "habitualmente" el que nos da esperanza para no tener que renunciar a tener un auténtico cine en casa.
Y es que los problemas físicos que ocasiona tener una tele tan grande en el salón en general son poco apreciables si solo vamos a ver la pantalla durante cortos periodos de tiempo, como sucede con la duración de una película o un par de capítulos de una serie.
Soluciones de futuro: Imagen de tamaño variable
Puede parecer entonces que no hay solución, que el tamaño de nuestro salón, más allá de sus dimensiones físicas, determina con la distancia de visionado óptima el tamaño de la tele que podremos instalar si no queremos sufrir todos estos inconvenientes. ¿No hay opciones?
Pues sí las hay. Por ejemplo, es posible implementar en los televisores lo que podríamos denominar como "imagen de tamaño variable", una opción que puede ofrecerse tanto a nivel de hardware como de software.
En el primer caso (implementación por hardware), ya hemos visto algunos intentos por parte de marcas como por ejemplo LG con su tele enrollable que permite varias posiciones del panel quedando ocultas partes de la tele que no usamos y logrando así varios tamaños de la pantalla pulsando un solo botón.
También hemos visto otros diseños y prototipos con paneles que se ocultan y dejan ver solo una parte de la pantalla total para ofrecer así diferentes funciones o el más reciente modelo LG Art presentado hace unos meses. El inconveniente de estas soluciones por hardware es su precio y que necesitan de un mueble que oculte el resto del panel.
La otra opción es la implementación por software y la idea sería poder contar con una imagen que pueda ocupar como siempre todo el panel disponible cuando vayamos a ver una sesión de cine o un capítulo de nuestra serie favorita con la máxima calidad posible, pero que también pueda configurarse para ocupar un área más pequeña, por ejemplo la mitad, un tercio, un cuarto o diferentes proporciones.
Es algo así como una especie de función PiP o PbP o zoom a la inversa donde la fuente de vídeo se reduce en una esquina, lateral o mitad de la pantalla, pero esta vez con una sola fuente de vídeo, la que estemos viendo en ese momento, quedando el resto en negro y a ser posible integrada en el mando a distancia con una tecla específica para activar y cambiar las opciones de la función.
Con esta función podemos comprar una pantalla de gran diagonal y ajustar el tamaño de la imagen a nuestro gusto en función del tipo de contenido que vayamos a ver. Por ejemplo, si en el día a día solo usamos la tele para ver las noticias, concursos, tertulias o similares que no requieran de una gran diagonal ni la máxima resolución, sino una pequeña de referencia con sonido para echar un vistazo rápido de vez en cuando, podemos variar el tamaño y convertir una tele de 80 pulgadas en una imagen de 40 pulgadas.
Esta función permitiría además un considerable ahorro energético en los modelos con tecnologías de píxeles autoiluminados como OLED o en los LCD-LED que puedan controlar y apagar su iluminación trasera de forma independiente según ciertas matrices.
Imagen portada | Max Rahubovskiy
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