Vivo de alquiler en un piso viejo y mal aislado: así es como sobrevivo al invierno sin pasar frío ni arruinarme en el intento

Hace algo más de un año mi pareja y yo hicimos la maleta para mudarnos a la gran ciudad. De Pamplona a Madrid. La capital navarra no es barata precisamente, pero Madrid juega en otra liga nivel inmobiliario: si necesitas estar en una localización medianamente céntrica y tu presupuesto de alquiler es inferior a mil euros, te vas a encontrar un panorama desolador y un casting para ser elegido. Una vez consigues tu ansiado piso, llega el siguiente reto: sobrevivir al invierno. Esta es mi experiencia y consejos para quienes vivan en un piso de alquiler viejo y mal aislado para combatir el frío.

Antecedentes

Cuando vienes a vivir a Madrid por trabajo o formación, es probable que necesites vivir relativamente cerca del centro. La verdad sea dicha: Madrid está mucho mejor comunicado que cualquier otra parte del estado, pero tiene sus puntos negros y la pérdida de tiempo es un factor importante. Si lo que quieres es ser actriz de musicales y acudir a una escuela de danza, otra de canto y otra más de interpretación, vivir en una zona bien comunicada y relativamente cerca del centro se antoja providencial. Pero eso dispara precios y competencia.

En nuestro caso, esto se cumple. La foto de portada no es nuestra casa, pero está bastante cerca: vivimos en uno de los barrios más asequibles de dentro de la M-30. Ir a lo más asequible en zonas céntricas implica irremediablemente pisos pequeños y viejos, generalmente construcciones de antiguos barrios obreros. Por cierto, he dicho barato, pero el trinomio Madrid - interior M-30 - barato no existe: nuestro alquiler es ligeramente inferior a mil euros, bastante más de lo que pagaba en Pamplona y en la mayoría de ciudades del estado en barrios similares.

Nuestro piso tiene 55 metros cuadrados, dos habitaciones y todas ellas tienen ventana, pero a patios exteriores (a su favor, son bastante amplios y luminosos). Esto tiene sus ventajas, como que son más silenciosos y las inclemencias del tiempo afectan algo menos al estar más resguardadas y sus contras: mi paisaje desayunando es la ropa tendida del vecino.

Mi casa tendrá tranquilamente más de medio siglo, las ventanas son de aluminio con doble acristalamiento (bien), pero una triste puerta de madera con holgura por abajo (mal) y una calefacción de gas (bien) vieja que no tiene ni termostato de temperatura y solo tres radiadores pequeños en casa, distribuidos en salón y los dos dormitorios. La certificación energética del inmueble es de tipo D. Podría ser peor, pero cualquier día con 10 grados en la calle y con 20 grados en casa gracias a la calefacción, en cuanto la apagas la temperatura baja rápidamente.

Estas son las medidas que hemos tomado desde que llegamos a nuestro piso para no pasar frío en el invierno y que nuestras facturas no se disparen, teniendo en cuenta que la condición de estar de alquiler, por lo que estamos limitadas en cuanto a reformas. No son todas las que hay, pero son las que hemos usado y nos han funcionado.

Revisa tus contratos de electricidad y gas y cámbialos (si es necesario)

Lo primero que hicimos al alquilar el piso fue poner los suministros a mi nombre, lo que en algunos casos implica hacer nuevos contratos. Con las facturas anteriores en mano, echamos un vistazo a los costes fijos y variables de luz y gas y echamos un vistazo a la competencia.

Mi primera recomendación es hablar con el casero para confirmar la posibilidad (o no) de cambiar de empresas de suministros. Con su sí, sin duda cambia de tarifa de luz para pagar menos y haz lo propio con el gas y la tarifa TUR.

Optimizando la calefacción

La calefacción merece su propio apartado porque pese a todo, podemos considerarnos afortunadas, ya que durante nuestras visitas a otros inmuebles potencialmente interesantes encontramos otras con equipos de aire acondicionado con bomba de calor (que en Madrid no hacía frío, nos dijo el comercial de la inmobiliaria) o eléctricas. Viniendo del norte, sabíamos de la importancia de que tuviera calefacción de gas frente a dichas alternativas.

La mayoría de calderas de gas que encontramos en las casas cuentan con un termostato situado en casa (seguramente en el pasillo o en el salón) donde poder elegir qué temperatura debe alcanzar nuestra casa. Las hay incluso que admiten cierta programación. Este tipo de modelos permiten cambiar dicho termostato por versiones conectadas para, como mínimo, regular esta temperatura desde el móvil. En nuestro caso, te tienes que ir a la propia caldera para encenderla y regular la temperatura del agua de los radiadores teniendo únicamente en cuenta que cuanto más caliente pongas el agua, más caliente estará el radiador.

El panel de control de mi caldera. Tecnología punta.

Poca precisión que se traduce en despilfarrar gas al no poder establecer una temperatura ambiente consigna. No obstante, el técnico nos recomendó subirla hasta 55 - 60 grados en los días más fríos. En días de frío medio, la dejamos en 50. Una consejo básico pero no por ello menos recomendable es leer el manual y aprovechar la visita del técnico para que te cuente al detalle cómo funciona tu caldera y cómo sacarle el máximo partido.

Y ya que estamos con visita del SAT: es recomendable realizar un mantenimiento anual de la caldera: limpieza, revisión y mantener nivel de presión adecuada. Como dato: por lo general, los problemas de la caldera son cosa del casero, por lo que suele ser interesante que contrate un servicio de SAT que lidie con estas tareas y que se comprometa con acudir en caso de fallos por si te quedas sin agua caliente un domingo de puente.

Más abajo hablaré de los enchufes inteligentes y su uso. En mi casa anterior, con caldera central y agua caliente mediante calentador eléctrico, usaba un enchufe inteligente apto (ojo a la potencia máxima soportada) para que funcionara un par de horas al día. En general, no es posible ni recomendable instalar un enchufe eléctrico para "domotizar" la caldera, tanto por su potencia como porque por su manejo no aprovecharíamos esa función.

A partir de aquí, tres apuntes básicos para mantener la temperatura y las ventanas: las persianas son tus amigas a la hora de añadir una barrera extra que aísle del exterior en los momentos de diferencia de temperatura más extremos y cuando vayas a ventilar o a aprovechar el calor del exterior, súbelas hasta arriba. Para mantener la temperatura de casa lo máximo posible, en invierno mejor ventilar a mediodía, cuando las temperaturas son más altas.

Pocos radiadores y pequeños

En el punto anterior hablaba de las bondades de contar con una revisión anual y esto es extensivo a los radiadores, que deben ser purgados para eliminar el aire acumulado en el circuito de calefacción para que al menos, aunque haya pocos, que al menos funcionen bien.

Los radiadores entregan calor al ambiente por convección de forma radial, pero hay que tener en cuenta que una parte se va directamente a la pared. ¿Cómo minimizar esa pérdida? Nosotras optamos por comprar paneles reflectantes térmicos, que colocamos con cuidado en la pared que está justo detrás. De este modo, el calor que llega a la pared es reflejado a la habitación, minimizando esta pérdida de calor.

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Según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), al colocar un panel reflectante entre el radiador y la pared se aprovecha y distribuye mejor el calor, recuperando entre un 10-20% del calor que se pierde al ir a la pared. Por supuesto, es importante no colocar prendas encima para tapar la salida del calor. Además, secar la ropa en los radiadores aumenta la humedad ambiental.

Pero milagros no pueden hacer, por lo que en los días más fríos tienes la opción de cerrar la puerta del salón o de los dormitorios para concentrar su calor. ¿Lo malo? Que cuando la abras para cambiar de estancia o simplemente ir al baño, el cambio de temperatura es bestial. Aunque sabemos que desde el punto de vista del ahorro convendría ir cerrando puertas, preferimos que no haya tanta diferencia de temperatura.

Coloca burletes en las puertas

La puerta de nuestro piso es probablemente lo más veterano que hay. De hecho, no descarto que estuviera en el mundo antes que yo. Pero lo peor que tiene es que entre su borde inferior y el suelo había unos milímetros por los que se escapaba el calor y entraba el frío del portal.

La solución afortunadamente fue barata, sencilla de instalar y efectiva: comprar un burlete. Aunque tienen diferentes diseños, el que nos pareció más efectivo para minimizar la transferencia de calor es el que tiene dos tubos gruesos a cada lado de la puerta. No obstante, si lo quieres para evitar la entrada de insectos, te pueden servir los que tienen forma de barrera que solo se adhieren a un lado.

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Como nos interesaba tener una temperatura homogénea en las diferentes habitaciones de la casa, solo lo colocamos en la entrada, pero también podrías instalarlos en otras estancias.

La domótica es tu amiga

Hemos hablado antes de la importancia de la caldera de gas para calentar la casa frente a los aires acondicionados con bomba de calor pero nos hemos dejado algo: en Madrid hace mucho calor en verano. Inocentes de nosotras, que teníamos el ascensor y la calefacción de gas como must pero pasamos por alto lo de contar con un aire acondicionado. Cuando llegamos a esta casa nos encontramos con otro aparato capaz de rivalizar en veteranía con la puerta de casa: este ventilador.

Años y años combatiendo el calor a su manera.

Este vetusto ventilador es el candidato perfecto para colocarle delante un enchufe inteligente, ya que tiene un funcionamiento extremadamente básico con botones mecánicos que puedes dejar pulsado y así encenderlo o apagarlo desde el móvil.

¿Qué pasa cuando nos vamos una semana fuera y a la vuelta nos encontramos con que la casa está a 13 grados? Nosotras hemos optado por comprar un calefactor conectado eléctrico de bajo consumo pequeño pero matón.

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Aunque no es una solución económica para sustituir a un sistema de calefacción, sí que hace el apaño para calentar el baño unos minutos antes de entrar a la ducha o para que la llegada a casa sea más llevadera. Una cosa es no llevarte disgustos en la factura y otra pasar frío.

En general y aunque van a estar conectados en stand by esperando que los activemos (y consumiendo), lo que pueda personalizarse y ajustarse sobre la marcha es siempre una buena opción. Piensa en un termostato, por ejemplo: aunque puedas programarlo para que funcione de 17 a 20h para que al llegar a casa te la encuentres caliente, quizás un día haga mejor tiempo y puedas ahorrarte media hora de uso. O al revés, haga más frío de lo normal y necesite más tiempo de funcionamiento. Con una programación estándar, no podrás corregir sobre la marcha si no estás en casa, pero con la aplicación puedes hacerlo donde quiera que estés. Quien dice un termostato, dice una estufa o un aire acondicionado conectado.

Fotografía | Concepcion AMAT ORTA CC BY 3.0, vía Wikimedia Commons

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