A la hora de comprar un nuevo amplificador para un equipo de alta fidelidad o cine en casa la mayor parte de los usuarios nos fijamos casi de forma exclusiva en la potencia que es capaz de entregar. Este dato es importante, por supuesto, pero no es en absoluto el único al que debemos prestar atención. Otras especificaciones, como son la entrega de potencia sobre una carga determinada (habitualmente 4 u 8 ohmios), la distorsión o la entrega de corriente, también son muy importantes porque, si no están a la altura, pueden empobrecer mucho su sonido y echar por tierra nuestra experiencia.
Una de las características a las que a menudo muchos usuarios no prestan atención es la clase, un parámetro que nos indica el modo de funcionamiento del amplificador. Su sonido depende en gran medida, precisamente, de la clase en la que trabaja, pero hay otras implicaciones que nos viene muy bien conocer antes de tomar una decisión y decantarnos por un modelo u otro. Y es que elegir un amplificador con la clase adecuada puede ser crucial.
Las claves de las clases A, AB y D
El objetivo de este post no es profundizar en los detalles técnicos más complejos asociados a la clase de un amplificador, sino ayudarnos a entender qué ventajas e inconvenientes tienen las utilizadas con más frecuencia en las etapas de potencia para alta fidelidad y cine en casa: las clases A, AB y D. Pero antes debemos recordar que un amplificador esencialmente lo que hace es generar en su salida una copia de la señal que recibe en su entrada, pero con potencia suficiente para excitar una caja acústica.
Los circuitos que podemos encontrar en el interior de un amplificador tienen que ser alimentados por una corriente eléctrica más o menos intensa para que puedan realizar su trabajo. El valor de esa corriente es lo que conocemos habitualmente como bias, y es el parámetro que determina en qué clase funciona el amplificador. Grosso modo, cuanto mayor y más constante sea esa corriente, más consumirá el amplificador y más se calentará, pero, a cambio, nos ofrecerá un valor menor de un tipo de distorsión muy perjudicial para el sonido denominada distorsión de cruce.
Los amplificadores que trabajan en clase A consumen mucha corriente tanto cuando hay señal en su entrada como cuando no la hay. Por esta razón, se calientan mucho debido a que buena parte de la energía que reciben se disipa en forma de calor. Su eficiencia, por tanto, es muy baja, pero tienen una gran ventaja desde el punto de visto de su calidad de sonido: su distorsión de cruce por cero es muy baja.
Los amplificadores que trabajan en clase AB consumen menos corriente que los de clase A porque reciben en su entrada una pequeña corriente de polarización, constante pero menor que la de los amplificadores que operan en clase A pura. Por esta razón, se calientan menos y son más eficientes. Su sonido puede ser muy bueno, pero su distorsión es algo mayor que la de las etapas de potencia que trabajan en clase A pura.
Además de las clases A y AB, existen la B, la C y la D, entre otras, pero en audio de calidad solo suelen utilizarse las dos que hemos visto y la D. Esta última se diferencia de las anteriores por su mayor eficiencia energética, que suele oscilar entre el 85 y el 95%. Por esta razón, entregan a las cajas acústicas la mayor parte de la energía que toman de la red eléctrica y se calientan poco, pero, a cambio, su distorsión es mayor. O lo era hasta no hace mucho. Actualmente hay muchos diseños que trabajan en clase D y tienen una distorsión similar a la de los amplificadores en clase AB, lo que es todo un logro.
¿Con cuál me quedo?
Un amplificador que trabaje en clase A pura y esté bien diseñado nos ofrecerá el mejor sonido, pero tendrá una gran desventaja: será muy caro. Su alto precio suele estar provocado por la gran capacidad de su fuente de alimentación y la complejidad del sistema de disipación de calor con el que debe contar para evacuar en forma de calor toda la energía que no se entrega a las cajas acústicas. Si tu presupuesto es holgado, quieres el mejor sonido posible y estás dispuesto a asumir una factura eléctrica importante, quédate con un diseño que trabaje en clase A pura.
Si ante todo buscas el máximo equilibrio posible entre precio y prestaciones, elige un amplificador que trabaje en clase AB. Y si tu presupuesto es limitado, y, además, te viene bien que tu amplificador ocupe el mínimo espacio posible, lo tuyo son los diseños que trabajan en clase D. En cualquier caso, y esta es solo una opinión estrictamente personal, para música yo solo barajo las etapas en clase A y AB. Para cine en casa no me parece en absoluto desacertado elegir un buen amplificador que trabaje en clase D.
En este post no he tocado las diferencias que existen entre las distintas topologías circuitales para no complicarlo demasiado, pero si os apetece conocer con más detalle cómo trabajan los amplificadores en clase A o AB, y en qué medida el bias determina la distorsión de cruce, no os perdáis los artículos de Nelson Pass, uno de los mejores diseñadores de amplificadores en activo (para muchos audiófilos es el mejor). Sus artículos son una maravilla, pero, eso sí, tendréis que desenvolveros con soltura con el inglés porque no están disponibles en español. Los tenéis en este enlace.
Más información | Nelson Pass
En Xataka Smart Home | ¿Amplificación en clase A pura o A/B? ¿Válvulas o transistores? Danos tu opinión
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