La importancia del sonido en la experiencia cinematográfica es indudable. Aunque tengamos un televisor o un proyector a la última nos perderemos buena parte de la carga emocional de la película que estamos viendo si no tenemos un sonido a la altura. Hace unos meses discutimos si realmente merece la pena apostar por un equipo multicanal con más de seis cajas acústicas, o si uno en configuración 5.1 ofrece la experiencia que la mayor parte de los aficionados esperamos. Pero en este post me gustaría abordar un asunto diferente.
En varias ocasiones mis familiares y amigos, que son conscientes de que soy un auténtico «loco» de la Alta fidelidad y el cine en casa, me han preguntado si realmente es necesario instalar un subwoofer en su equipo doméstico. Y mi respuesta siempre es la misma: sí. Y lo es porque en la mayor parte de los casos, aunque no en todos, me parece imprescindible contar con un altavoz de subgraves.
Una caja acústica capaz de reproducir con cierta calidad aquellas frecuencias inferiores a 80 Hz es la responsable de aportar a la banda sonora el impacto y la tensión que muchas películas requieren. Sin ella nos perderemos estos «ingredientes», y nuestra experiencia tendrá una calidad inferior. La razón por la que necesitamos un subwoofer es sencilla: la mayor parte de las cajas acústicas de precio contenido no son capaces de reproducir con ciertas garantías frecuencias por debajo de los 60 Hz, aunque muchos fabricantes indiquen en las especificaciones que bajan hasta los 30 o 40 Hz.
Un subwoofer de gama de entrada no suele hacer milagros, pero, al menos, su diafragma habitualmente tiene el diámetro suficiente para mover mucho aire y aportar algo del impacto que la banda sonora de las películas exige. El único escenario de uso en el que, en mi opinión, se puede prescindir de él en aplicaciones de cine en casa es cuando se utilizan cajas acústicas con una extensión en graves de auténtica envergadura, y que, por tanto, son capaces de reproducir con mucha solvencia las frecuencias situadas entre 50 y 20 Hz. El problema es que suelen ser muy caras, y, además, necesitan una amplificación a la altura para reproducir bien esas frecuencias, que también suele ser muy cara.
En un equipo de Alta fidelidad la presencia de un subwoofer no me parece imprescindible porque la música habitualmente no conlleva la reproducción de frecuencias tan bajas como las que requiere, por ejemplo, una explosión en una película. Hay instrumentos con un registro grave muy evidente, como el bajo o el contrabajo, por ejemplo, pero una caja acústica de cierta calidad debería poder reproducirlos de forma creíble sin necesidad de desplazar mucho aire. Según mi experiencia, un subwoofer puede mejorar el rendimiento de un equipo de música si utilizamos unos monitores con una extensión en graves muy limitada. De lo contrario es preferible destinarlo a nuestro equipo de cine en casa.
En Xataka Smart Home | Dos razones de peso para preferir el sonido 5.1 al 7.1
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