La primera vez que oí hablar del fabricante de cajas acústicas inglés Living Voice fue hace aproximadamente una década y media. Curiosamente, a pesar de que suelo acudir con cierta frecuencia a ferias de alta fidelidad y audiciones, en España y más allá de nuestras fronteras, no había tenido la ocasión de escuchar sus cajas. Pero esto cambió hace un par de semanas. De forma repentina se me presentó la oportunidad de escuchar el modelo IBX-R2, y no me lo pensé dos veces.
Cuando entré en la sala de audiciones en la que estaban instaladas estas cajas me sorprendieron por su sencillez. Y es que sus medidas son bastante contenidas (103 x 21,5 x 27 cm), por lo que es inevitable pensar que parecen poca cosa. Así que saqué mi teléfono móvil del bolsillo e indagué en la página web del fabricante para inspeccionar sus especificaciones y comprobar, extrañado, que cada una de ellas pesa solo 21 Kg. Este dato me pareció un síntoma inequívoco de que los paneles del recinto tienen un grosor relativamente reducido, y sin un sistema de refuerzos interno muy sólido me parecía imposible que estas cajas no coloreasen el sonido a causa de las vibraciones del recinto. Pero me equivoqué.
Mientras estaba ensimismado en estos pensamientos e investigaba en Internet gracias a mi móvil comenzó la audición y los tres transductores de las IBX-R2 (cada una de ellas tiene dos altavoces de medios/graves de 6,5 pulgadas y un tweeter de cúpula) comenzaron a emitir música. Me quedé boquiabierto. Estas estilizadas cajas no solo no coloreaban el sonido, sino que, además, sonaban como unas cajas con un volumen y un peso cuatro veces superiores. O más. Cerré los ojos y descubrí una escena sonora con un tamaño equiparable, si mi memoria no me falla, a la generada por cajas como las Alexandria Series 2 de Wilson Audio o las Focal Grande Utopia EM. Sus graves no eran tan profundos como los de estas cajas, pero su escena sonora me pareció equiparable. Y su tímbrica, deliciosa.
Y llegó la solución
No tardé en darme cuenta de que la clave de ese sonido no eran solo unos altavoces de calidad, que las IBX-R2 los tienen. Y tampoco un filtro divisor de frecuencias bien afinado, que se les presupone. En gran medida el responsable de aquel sonido era el recinto, dotado de una fragilidad muy bien estudiada que lo hace capaz de trabajar «codo con codo» con los altavoces para aprovechar toda la energía que las cajas reciben del amplificador y transformarla en energía acústica de una forma similar a cómo lo hacen los instrumentos musicales.
A diferencia de la mayor parte de los fabricantes, que diseñan en sus modelos de referencia recintos muy sólidos, pesados y voluminosos, Living Voice ha optado por todo lo contrario: recintos ligeros, estilizados y de cierta fragilidad. Pero lo importante es que su estrategia funciona. Al igual que en las HB-X1 de la japonesa Kiso Acoustic. Esto demuestra que en ocasiones merece la pena saltarse las reglas que damos por buenas y probar enfoques nuevos. Al menos al diseñar una caja acústica.
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