Su verdadera función hunde sus raíces en la historia y no tiene nada que ver con la utilidad que le damos hoy día
Que llegarías a pensar si te dijera que platillo es la mejor nevera que existe
Es un gesto común y casi automático: pedir un café, ya sea en taza o en vaso, y que venga acompañado de un platillo, junto al azúcar o la sacarina. En casa seguramente también tienes un conjunto de tazas con sus respectivos platillos, listos para recibir a tus visitas. Pero, ¿alguna vez te has preguntado cuál es la verdadera función de ese pequeño plato?
Debo admitir que yo tampoco sabía para qué servía realmente el platillo que se coloca debajo de la taza de café. Siempre los he tenido almacenados junto a la cafetera, pensando que eran solo un elemento decorativo o para apoyar la cuchara. Ahora me entero de que tienen una función mucho más interesante y práctica de lo que jamás imaginé.
La verdadera función del platillo de café
Es un gesto cotidiano. Pedir un café y que los sirvan (o lo sirvamos) con un plato bajo la taza o el vaso. Lo normal o al menos es la creencia que yo tenía, es que la función del plato bajo la taza del café y era simplemente como elemento para colocar el azucarillo o la cuchara después de usarla. Lo llamativo es que su propósito va mucho más allá.
Al contrario de lo que muchos podrían imaginar, el platillo que acompaña la taza del café tiene una función fundamental y un origen histórico fascinante. Nada tiene que ver con usarse, simplemente como soporte de la taza o el vaso.
Haciendo un poco de historia. En el siglo XIX, tanto en Inglaterra como en Suecia, se popularizó la costumbre de beber té en un platillo, un hábito que se refleja en diversas obras pictóricas de la época. Aunque pueda parecer inusual, esta práctica tenía una razón funcional: el platillo ofrecía una mayor superficie de contacto, lo que permitía enfriar la bebida rápidamente y evitaba quemaduras al beber. Este método se utilizaba tanto para el té como para el café, siendo especialmente apreciado por las clases pudientes, que lo incorporaron como parte esencial de sus juegos de té y café, combinando elegancia y utilidad.
Durante el siglo XVIII, las tazas y los platillos eran muy diferentes de los que conocemos hoy. Las tazas no tenían asas, lo que hacía imprescindible el uso de un platillo para recoger las gotas que pudieran derramarse. Además, los platillos se fabricaban con bordes elevados, muy distintos de los diseños planos y estilizados actuales. La imagen bajo este párrafo "canta", con una taza del siglo XVIII.
Con un aspecto más cercano al de un pequeño tazón, estos bordes favorecían una práctica común en la época: verter la bebida directamente en el platillo para acelerar su enfriamiento. Este diseño no solo facilitaba un consumo rápido, sino que también protegía las superficies de posibles daños causados por el calor.
Cuando se vertía la bebida caliente sobre el platillo, la mayor superficie en contacto con el aire ayudaba a disipar el calor más rápidamente. Esto era particularmente útil en una época donde las bebidas se servían a temperaturas elevadas, haciendo que fuera incómodo o incluso imposible beberlas inmediatamente.
Con el tiempo, esta costumbre evolucionó y el platillo adquirió una nueva función, que se mantuvo como una tradición práctica y estética: enfriar el café y el té, adaptándose a las necesidades de los consumidores y a los cambios en el diseño de utensilios.
Cómo se bebía
Aunque no hay una teoría estándar, se cree que era común llenar la taza de café hasta que el líquido desbordaba, derramándose en el platillo. Esa es una posibilidad, pero también existe otra teoría que sugiere que el comensal vertía deliberadamente parte del café en el platillo para enfriarlo y luego lo devolvía a la taza, equilibrando así la temperatura de la bebida.
Algunas imágenes de la época y el diseño de las antiguas tazas de porcelana con bordes curvados respaldan estas hipótesis, ya que estos bordes facilitaban la manipulación del líquido y evitaban derrames innecesarios. Esto demuestra cómo el diseño de los utensilios estaba pensado para adaptarse a las costumbres de consumo de la época.
Otra posibilidad interesante es que la gente bebiera directamente del platillo. Bastaba con verter el café caliente en él para que se enfriara, y gracias a los bordes elevados, era fácil beberlo sin complicaciones. Este método era práctico y rápido, especialmente cuando la bebida estaba demasiado caliente para consumirse directamente de la taza.
Tal vez esta práctica sea el antecedente de la tradición sueca conocida como Dricka på bit, que significa “beber con un terrón”. Este curioso ritual combina café y azúcar de forma inusual, pero requiere cierta técnica. Primero, se sirve el café en una taza y se vierte un poco en el platillo para enfriarlo. Luego, se moja un terrón de azúcar en el café y se coloca en la boca, dejándolo disolver mientras se bebe el café. Este proceso crea una experiencia única, fusionando lo dulce y lo cálido en un ritual lleno de sabor y tradición.
Además, el diseño del platillo ayudaba a proteger las superficies del calor generado por las tazas, evitando que estas pudieran dañarse.
De esta forma podríamos resumir que el platillo de café no solo tiene raíces prácticas e históricas, sino que también demuestra cómo los utensilios cotidianos han evolucionado para mejorar nuestra experiencia al disfrutar de las bebidas calientes.
Imagen portada | Raymond Petrik
Vía | Tudogostoso
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