Después de años comprando dispositivos smart para casa, he preferido una báscula tonta a una inteligente: estos son mis motivos

¿Con Bluetooth todo es mejor? La conectividad ofrece extras, pero a veces nos despista de lo verdaderamente importante

Tanto por gusto personal como por cuestión profesional, llevo años llenando mi casa de dispositivos inteligentes: mi Smart TV, un robot aspirador Roomba i7+, un calefactor conectado, varios bombillas y enchufes inteligentes, un sensor de movimiento una airfryer que se controla desde el móvil o una báscula con conectividad.

Con algunos dispositivos tengo claro que con conectividad todo es mejor, lo que se traduce en que se trata de un camino de no retorno, pero con otros no lo tengo tan claro y para muestra, lo que ves en la imagen que ilustra este artículo: he cambiado mi 'vieja' báscula inteligente por un modelo sencillo y sin Bluetooth. No puedo estar más contenta con el cambio y te cuento mis motivos.

No siempre conectado es mejor y mi báscula es el mejor ejemplo

Mi báscula inteligente lleva casi un lustro a mi lado y la verdad es que en este tiempo ha cumplido: me costó entre 20 y 30 euros, admite 16 perfiles y ofrece 13 métricas entre las que no falta el peso. Desde luego, la relación prestaciones coste fue inmejorable, pero aunque cuenta con grandes ventajas como poder visualizar la evolución de forma gráfica desde la app y sincronizarse con otras apps de salud, la realidad es que no necesitaba tanto.

Masa muscular, masa ósea, grasa corporal, grasa visceral, metabolismo basal, cantidad de agua del cuerpo, IMC, puntuación corporal, tipo de cuerpo... sí, decir 13 parámetros suena muy bien para convencerte porque bueno, 'cuanto más, mejor', pero es algunas no son interesantes desde el punto de vista médico para evaluar nuestro estado ni demasiado rigurosas (puntuación corporal). Mi nueva báscula admite ocho perfiles y proporciona datos de peso, grasa, músculo, cantidad de agua y metabolismo, menos datos pero sí importantes. En resumen, calidad frente a cantidad.

Desde el punto de vista práctico, al subirme a mi vieja báscula no veía más que el peso, teniendo que tirar de la aplicación del móvil para visualizar todo lo demás. ¿El resultado? Miraba muy de vez en cuando. Con la nueva la enciendo, elijo mi perfil y me subo: en pocos segundos va cambiando de pantalla para listar todos los parámetros. Entiendo que haya personas de lo más meticulosas, pero para mi la sencillez en un dispositivo es una cualidad importante e infravalorada.

Hablaba antes del dicho ese de 'cuanto más, mejor', hermano de 'caballo grande, ande o no ande', pero también hay otra frase que conviene tener en cuenta a la hora de comprar algo: 'quien mucho abarca, poco aprieta'. Tras casi un lustro usando mi báscula smart, mi percepción es que constituye un buen instrumento para medir parámetros de salud de forma aproximada y en un escenario doméstico, pero he usado otras básculas más precisas dentro de este mismo ámbito.

Mi premisa a la hora de comprar otra era invertir mi presupuesto en la mejor báscula posible asociada a las características propias de este instrumento, es decir, que quiero lo mejor a nivel de métrica que me pueda permitir, motivo por el cual aposté por un modelo básico de una marca con experiencia y reputada dentro del ámbito de mediciones de salud. Mi báscula inteligente me costo menos de 30 euros, la actual rondaba los 40, pero si subimos el presupuesto a 200 euros, con más razón todavía: es posible comprar básculas de segmentos "tontas", más precisas aún.

Además los acabados son el día y la noche: mientras que una tiene un diseño minimalista de plástico con bordes redondeados apañado y funcional, la nueva tiene la superficie de cristal y una gran pantalla LCD.

Estos son mis principios motivos, y si no le gustan, tengo otros

No es mi caso pero sí que puede ser importante para otras personas el tema de la privacidad: las aplicaciones de las básculas se sincronizan con otras plataformas de salud donde se recopilan nuestros datos personales (por ejemplo, el ciclo menstrual), lo que supone dos desafíos: la gestión de esa información por parte de las empresas y que un posible ataque o brecha de seguridad los deje al descubierto.

Finalmente está la cuestión del largo plazo y la obsolescencia programada fruto de la conectividad y el soporte: cuando dependemos de una aplicación y la conexión de forma determinante para la experiencia, como es el caso de mi antigua báscula inteligente, quedamos a merced del fabricante y sus actualizaciones, lo que implica que si este decide descontinuar el producto o si ya no se usa ese protocolo de conectividad, al cambiar de móvil e intentar emparejar, nos encontraremos el vacío.

O lo que es lo mismo: un báscula que prometía muchos parámetros pero que a la hora de la verdad solo muestra uno en el dispositivo. Mis padres tienen una báscula desde hace décadas y ahí sigue, operativa como el primer día, algo que nunca podrá decir una báscula conectada. Hay dispositivos como mi móvil que suelo cambiar cada par de años, pero otros como la báscula o el aspirador que quiero que aguanten cuanto más tiempo mejor.

Portada | Eva Rodríguez de Luis

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