Todo hogar inteligente que se precie de serlo tiene que estar plagado de sensores capaces de detectar cambios en el entorno, en el estado de ciertos parámetros físicos y de interactuar de forma natural con los usuarios humanos para modificar aspectos del hábitat que gestionan.
Uno de los principales problemas que nos encontramos hoy en día es que estos sensores son demasiado voluminosos, consumen una energía que tenemos que darles por medio de la red eléctrica o con baterías grandes y pesadas y son bastante caros. ¿No hay otras opciones?
En la Eindhoven University of Technology (TU/e) piensan que sí y por ello están trabajando en los sensores que podemos ver en la imagen de portada con un tamaño de unos 2 milímetros cuadrados. En concreto, se trata de un sensor de temperatura completamente inalámbrico. Es decir, no necesita cables para transmitir la información pero tampoco para recibir energía eléctrica.
La clave está en que es capaz de recolectar la potencia que necesita directamente desde una señal WiFi inalámbrica situada a corta distancia. Por el momento solo funciona a unos pocos centímetros de la fuente de energía, pero sus creadores están convencidos de que pronto podrán lograr que trabaje a más de tres o cinco metros, suficiente para la mayoría de hogares. ¿Lo mejor de todo? El precio, ya que cada sensor costaría alrededor de 20 céntimos de euro.
Más información | Eindhoven University of Technology
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