Hasta que los asistentes de voz tengan inteligencia artificial, prefiero usar sensórica y rutinas
Tengo Alexa en casa prácticamente desde el principio: por un lado, me compré uno por curiosidad nada más salir; por otro, me ha tocado analizar unos cuantos altavoces y dispositivos Echo para Xataka. A partir de aquí y con el paso del tiempo he ido aumentando la domótica de mi casa y lo he hecho teniendo en cuenta el ecosistema de Amazon por pura conveniencia: me parece que tiene el catálogo de altavoces más interesante en calidad precio y una amplia compatibilidad.
Así, hoy aglutino bombillas inteligentes y una lámpara con Wi-Fi, enchufes conectados, un calefactor, una airfryer, un robot aspirador... todos ellos de diferentes marcas, pero con un nexo en común: todos se entienden con Alexa. Ahora el problema lo tengo yo, que cada vez me entiendo menos con el asistente de Amazon.
Hablar con una máquina que no entiende no es simplificarte la vida
Me explico: los asistentes de voz prometían mucho, pero en la práctica apenas los uso para cosas tan básicas como poner música, resolver alguna que otra duda, poner un temporizador y recordatorio y apagar o encender la luz. Y poco más: sé que no estoy sola en esto y que ni siquiera es algo exclusivo de Alexa: también me pasa con Google Assistant. A día de hoy hablar con un asistente de voz como Alexa implica dar una orden sencilla y clara, porque de lo contrario no te entiende. Y si tienes que empezar a buscar nuestras estructuras y reformular, casi te sale mejor ir al móvil y ejecutar la orden desde la app o hacerlo a mano.
Sí, me he cansado de hablar con una máquina porque es frustrante. De ahí que tenga tan claro que los asistentes de voz necesiten la inteligencia artificial como respirar: cuando hablo con ChatGPT, me tengo que esforzar mucho menos. Sí, se sigue equivocando y a veces delira, pero el porcentaje de acierto es mucho más elevado.
Me consta que Amazon está trabajando en ello (como también hace lo propio Google con su Assistant y Gemini), pero es que mientras tanto he descubierto las ventajas de no hablar con una máquina y dejar que los sensores hablen por mí. Está claro que usar sensórica requiere una mayor inversión en tanto en cuanto necesitas nuevos dispositivos para integrarlos en la domótica doméstica y algo de tiempo para configurarlos y establecer rutinas, pero tiene sus ventajas.
Para empezar, me evito tener que hablar y que en la práctica mi casa sea más inteligente: no porque se lo diga yo, sino porque detecta parámetros y actúa en favor a mi bienestar. Así, desde que probé un sensor de movimiento, mi percepción de la domótica cambió: porque la auténtica domótica es no tener que hacer nada y desde luego, eso incluye no perder el tiempo con asistentes que no te entienden.
Portada | Eva Rodríguez de Luis (análisis Echo Pop de Xataka)
En Xataka Home | Los asistentes de voz están muy bien, el problema es saber qué puedes decirles y cómo
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