Además de la lejía y el amoniaco, hay otros dos elementos que pueden afectar a nuestra salud
Pueden ser dañinos tanto al entrar en contacto con la piel como por simple inhalación
Puede que pase por alto y mucha gente no lo sepa, pero la cocina es uno de los lugares que más peligro esconde dentro de la casa, tanto por la presencia de utensilios de cocina dañinos para nuestra salud como por la acumulación de sustancias peligrosas.
En la cocina podemos encontrar productos que convierten esta estancia prácticamente en un laboratorio. Destinados en muchos casos a la limpieza, además de ser nocivos por sí solos, en caso de combinarse, pueden generar una mezcla realmente peligrosa para nuestra salud.
Y es que, mientras todos tenemos muy claro que no se debe mezclar lejía y amoníaco, lo que no es tan conocido es el peligro que supone mezclar un producto para limpiar los platos con cloro.
Jabón para platos
El primero lo usamos todos los días: el jabón para platos, líquido de lavavajillas, jabón de trastes… Es un producto habitual para acabar con la suciedad en los utensilios de cocina.
Normalmente está ideado para acabar con la suciedad más resistente y, de hecho, su fórmula está pensada para disolver la grasa y otros residuos difíciles de eliminar.
Lo normal es que el jabón detergente para los platos esté hecho a partir de varios ingredientes y componentes:
- Surfactantes o tensioactivos, sustancias que permiten que el agua se mezcle con el jabón y la grasa al reducir la tensión superficial del agua
- Una solución cáustica, como puede ser el hidróxido de sodio (NaOH) o el hidróxido de potasio (KOH) que mejora la efectividad del jabón.
- Solventes como el propilenglicol, que mejoran la consistencia.
- Agentes quelantes como el ácido cítrico para ablandar el agua y mejorar la acción limpiadora.
- Agua que actúa como solvente y es la base en la que se disuelven los otros ingredientes.
- Esencias aromáticas para darle un olor agradable
- Estabilizadores y espesantes que ayudan a mantener la consistencia del producto y a estabilizar los ingredientes.
- Algunos jabones para platos pueden contener agentes antibacterianos, ingredientes humectantes para proteger la piel, y enzimas para descomponer proteínas y almidones.
Normalmente, este tipo de productos pueden provocar afecciones si se ingieren, aunque esto no es algo tan habitual. El problema viene dado si se mezcla con otro producto muy conocido.
Cloro
Pero es que además, en la cocina hay una sustancia que se puede usar también para eliminar la suciedad: el cloro, una sustancia que seguramente te sonará por su uso en las piscinas para desinfectar y por su empleo para blanquear la ropa.
Conocido como el elemento químico número 17 de la tabla periódica, el cloro (Cl) en su estado más puro es un gas amarillo formado por moléculas diatómicas de cloro (Cl2). Tiene un olor desagradable y es soluble en agua, de forma que llega a formar ácido hipocloroso (HClO).
El cloro, y así lo describe la ATSDR, es un desinfectante universal de uso común y que se suele usar para combatir muchos microorganismos. En los supermercados se puede encontrar en forma de una solución de hipoclorito de sodio al 6% disuelto en sosa y en la presentación comercial se conoce como blanqueador doméstico.
Juntos pero no revueltos
El problema viene generado por la creencia popular que afirma que al mezclar el cloro con otros productos limpiadores se obtendrán mejores resultados. Y aunque esto es sostenido por mucha gente, no hay evidencias que lo respalden.
Pero es que además, no es que funcione mejor o peor, sino que se trata de una práctica realmente peligrosa. Combinar un desinfectante como el cloro con otros productos limpiadores puede provocar una peligrosa reacción química.
Seguro que has escuchado del peligro que tiene mezclar la lejía y el amoníaco, y en este caso estamos ante una situación realmente similar.
Al mezclar los dos componentes, haciendo que el cloro entre en contacto con el jabón para platos, lo que se produce es una reacción química en la que se anula la capacidad desinfectante del cloro y se provoca la creación de una sustancia abrasiva que, si entra en contacto con la piel, podría provocar irritación, ardor, urticaria, e incluso enfermedades dermatológicas a largo plazo.
Pero es que además, no es necesario que entre en contacto con la piel, puesto que esta mezcla puede generar peligro con solo inhalarla. Mezclar estos dos productos libera gases tóxicos como el cloroformo y el cloruro, lo que, además de ocasionar irritación en los ojos o en las vías respiratorias, también puede afectar al hígado debido a que se libera un compuesto cancerígeno llamado cloramina.
Dicho todo esto, queda claro que mezclar estos dos productos es algo realmente poco aconsejable, no solo porque no tenga un efecto positivo a la hora de acabar con la suciedad, sino porque es un peligro realmente alto para nuestra salud.
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