Este es uno de los dilemas que tienen en vilo a algunos melómanos y audiófilos. Y la verdad es que no es fácil decantarse. No, al menos, desde un punto de vista puramente objetivo. Ecualizar el sonido de un equipo de música, en mi opinión, tiene ventajas, pero también inconvenientes.
Partiendo de la base de que lo que buscamos es modificar la toma de sonido original tan poco como sea posible, ecualizar puede ayudarnos a resolver algunos problemas de integración del equipo en la sala. Si debido a las características de nuestra sala de escucha sufrimos, por ejemplo, un refuerzo excesivo de las bajas frecuencias, ecualizar puede ayudarnos a corregir este problema y a hacer más placenteras nuestras sesiones de escucha. Pero esto no es lo único que debemos tener en cuenta.
Es perfectamente viable corregir cualquier deficiencia acústica acondicionando correctamente nuestra sala, o bien, instalando en nuestro equipo un dispositivo de corrección acústica de salas. Eso sí, estas dos soluciones suelen ser más caras que usar un ecualizador. En mi opinión personal, cualquiera de estas dos opciones es preferible a ecualizar, y lo es porque de esta forma evitamos alterar la respuesta en frecuencia plana ideal que yo busco en cualquier equipo de alta fidelidad de calidad. Pero, por supuesto, esta es tan solo una filosofía personal y claramente subjetiva.
Curiosamente, una de las marcas de Hi-Fi que más me gusta, McIntosh, tiene varios preamplificadores que incorporan controles de tono. Y esta es la razón por la que me atraen más los amplificadores que los previos de esta marca. Por supuesto, muchos audiófilos eligen precisamente los previos de McIntosh, u otras marcas, porque incorporan controles de tono. Como decía, en este ámbito, como en muchos otros terrenos, no hay una opción idónea. Lo adecuado es que cada uno se deje guiar por su gusto, y, sobre todo, por su oído.
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