Dos de los principales factores a tener en cuenta al comprar un nuevo televisor son por un lado el presupuesto, ya que limitará nuestras opciones tanto en tecnologías como en funcionalidades, y por otro el tamaño de pantalla que podremos acoplar en nuestra sala, característica que está íntimamente ligada al factor anterior.
De ahí que tras haber estado dándole vueltas a aspectos como si queremos un modelo LCD-LED convencional, uno con iluminación miniLED, con o sin puntos cuánticos, OLED, con este o aquél equipo de sonido, con uno u otro sistema operativo, etc. nos surja frecuentemente la siguiente duda: a igual presupuesto, ¿merece la pena apostar por una tele de mayor diagonal con menores prestaciones o una más pequeña pero con las funcionalidades al máximo?
A continuación vamos a tratar de exponer resumidamente las ventajas e inconvenientes de ambas opciones, qué nos puede aportar cada una y qué perdemos o ganamos si elegimos la otra.
¿Más diagonal o más funciones?
Con la proliferación de las pantallas planas y la bajada permanente de precios, generación tras generación, los tamaños de nuestras queridas teles han ido creciendo en los últimos años. Ya no resulta extraño ver modelos de 65, 75 o más pulgadas en las tiendas que están en oferta por precios relativamente asequibles.
Pero claro, a igual tamaño no vamos a tener la misma calidad de imagen y sonido en un modelo de entrada que en uno prémium, por lo que si el presupuesto que podemos gastar es una cantidad fija puede que nos surja la idea de reducir un poco el tamaño para tener más prestaciones.
En primer lugar tendríamos que tratar de averiguar qué tamaño de pantalla es el ideal para nuestra habitación y si vamos a poder sacar partido a esas pulgadas extra, ya que puede que sea demasiado grande para la sala o sencillamente que la tecnología que estamos pensando comprar no sea la adecuada para nuestra ubicación y cómo tenemos colocados los asientos.
También puede que para lograr ese gran tamaño nos merezca la pena apostar por un proyector en lugar de una tele de gran formato o que el uso que le estamos pensando dar a la tele nos limite el tipo de tecnología a escoger.
Una vez hechas estas consideraciones, lo que está claro es que no va dar las mismas prestaciones una tele de 65 pulgadas con tecnologías de gama baja que cueste 1.000 euros que una de alta gama de 3.000 euros. Pero lo interesante del asunto es que, dependiendo del tipo de usuario que seamos, puede que no notemos mucho la diferencia.
Qué ofrecen realmente las teles más caras con respecto a las baratas
Miras el catálogo de un fabricante y dentro de una misma línea de televisores para un cierto año (por ejemplo la gama OLED 2021 de la marca X o la gama LCD-LED 2021 del fabricante Y), te encuentras con dos, tres o más modelos con precios muy dispares, a veces con importes de más de 1.000 euros entre dos teles que parecen muy similares. ¿Qué diferencias hay realmente?
Pues para la mayoría de usuarios, pocas o casi ninguna, ya que estas gamas prémium ofrecen características enfocadas a usos muy concretos que quedan generalmente fuera del alcance del consumidor medio, o por lo menos no podrán ser aprovechadas en su totalidad.
Entre ellas podemos destacar por ejemplo un mayor nivel de luminosidad en escenas con HDR (los clásicos nits de los que suelen alardear las marcas), una mejor calibración de serie o la posibilidad de calibrar posteriormente de forma más profesional, funciones de juego avanzadas, resoluciones 8K, más conectores compatibles con la última versión de HDMI 2.1, un sistema de sonido más potente, con audio envolvente o con capacidades inalámbricas, un mejor procesador de imagen, capacidades de tratamiento de imagen basadas en IA, un diseño externo más bonito o pensado para quedar mejor colgado en la pared, incluso peanas distintas o acceso a servicios adicionales de contenidos.
Son características distintivas entre los modelos que, sin embargo, para la mayoría de las situaciones solo serán perceptibles o aprovechables en contadas ocasiones y por usuarios muy específicos con intereses muy concretos, como por ejemplo los jugadores avanzados y los que buscan la mejor calidad de imagen disponible para sus contenidos bajo demanda.
Algunos ejemplos y casos de uso
En los últimos años unas de las mejoras que han ido llegando poco a poco a las teles de nueva hornada han estado relacionadas con los videojuegos. Los fabricantes están apostando cada vez más por convertir los televisores en los nuevos monitores gigantes añadiendo funcionalidades avanzadas, mayor capacidad de procesamiento para reducir el tiempo de respuesta, modos especiales de visualización, formatos ultrapanorámicos, sistemas punteros de interpolación, tasas de refresco de 120 Hz frente a los 60 Hz convencionales y conectores a la última.
Esto lógicamente encarece la tele, pero si no somos jugadores exigentes puede que estemos pagando por funcionalidades que nunca vamos a usar cuando en su lugar podemos dedicar ese dinero extra a subir un escalafón en la diagonal pasando por ejemplo de un modelo de 55 a uno de 65 pulgadas por el mismo dinero.
Algo similar sucede con las tecnologías de smart TV, las capacidades "inteligentes", asistentes de voz, los sistemas de sonido avanzado multicanal, barras de sonido integradas, etc. Si lo nuestro es sencillamente ver canales de TDT, acceder a alguna plataforma de streaming de forma ocasional o ver los canales de TV por cable de nuestra operadora, puede que apenas podamos sacar partido a esa multitud de funcionalidades extra que suben rápidamente el importe de los nuevos modelos. En estos casos la mejor opción será probablemente comprar un modelo de más tamaño con prestaciones recortadas.
Pero también tenemos la situación opuesta. Quizá lo nuestro sea ver CINE con mayúsculas, documentales y series con la máxima calidad de imagen y sonido, con el mejor contraste, colorimetría y potencia lumínica que haga destacar al HDR más exigente.
En este caso quizá debamos renunciar a un poco de tamaño en favor de ese extra de calidad audiovisual adicional o de lo contrario podríamos correr el riesgo de estar siempre arrepintiéndonos pasados unos meses de tener problemas de "blooming", pobres ángulos de visualización, bajo brillo en momentos puntuales, ghosting, etc.
Por supuesto, tenemos casos de uso mixto sobre todo en familias con varios miembros donde alguno de ellos busca siempre la mejor calidad de imagen y sonido para cine, otro prefiere centrarse en los videojuegos y uno o varios hacen un uso más generalista para ver la TDT, deportes, etc. En estas situaciones la elección es más compleja, ya que dependerá de cuál sea el factor predominante en cada caso, aunque optar por una mayor diagonal a costa de reducir prestaciones suele dar buenos resultados.
Por último, no debemos olvidarnos del factor "temporalidad" en los lanzamientos de nuevos modelos. Cuando se comienzan a vender (generalmente en primavera-verano) las nuevas líneas de televisores, las del año anterior que quedan en stock en las tiendas ofrecen jugosos descuentos que permiten en muchos casos optar por mayores diagonales con prestaciones que fueron de gama alta en temporadas pasadas aunque ahora se hayan quedado un poco "obsoletas".
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