Hace unos días publicaba un artículo sobre cómo había configurado mi tarjeta gráfica para obtener la mejor calidad al ver películas. En los comentarios del final había todo tipo de opiniones al respecto del complicado mundo de la calibración, así que si os parece vamos a aclarar algunas ideas y a continuar la discusión (amigable) en este artículo.
Una de las dudas que nos surgen a la hora de instalar un nuevo televisor, pantalla o proyector es la relacionada con la calibración. ¿Tengo que calibrarlo para que se vea bien?, ¿cómo lo hago?, ¿hay que contratar a un profesional?
Encontraréis opiniones de lo más variado. Unos os dirán que lo mejor es dejar todo como viene de serie y usar los modos de visualización preestablecidos, otros que sí o sí hay que calibrar y a ser posible con hardware específico como sondas, también encontraréis quien dice tener la verdad absoluta refiriéndose a uno u otro estándar en concreto, etc.
¿Cuál es la verdad?, ¿quién tiene razón? Pues todas y ninguna de las anteriores opiniones a la vez. Cuando compramos e instalamos una nueva pantalla en casa, difícilmente se verá de forma óptima con los parámetros de fábrica. Por lo general será necesario calibrarlos, es decir modificarlos para que se ajusten lo mejor posible a los estándares de los creadores de contenidos y a nuestra situación concreta (iluminación, posición del televisor, ángulo de visión, distancia, etc.)
Normalmente será suficiente con hacerlo a ojo de buen cubero, guiándonos con ciertos patrones y cartas de ajuste (en este artículo comentábamos uno de estos métodos) y siguiendo unas sencillas instrucciones. Sin embargo, puede que nos resulte complejo o que queramos dejarlo todo ajustado al milímetro, para lo cual deberemos recurrir a hardware específico o a la ayuda de un profesional (que no será barato).
¿Se verá la imagen mucho mejor si recurro a este tipo de calibración profesional? Probablemente sólo un poco, ya que para el usuario común será difícil apreciar las diferencias de una calibración hecha a ojo con patrones que una hecha por máquinas. ¿Merece la pena pagar por este servicio? Depende de tu presupuesto y de si te quedas más tranquilo sabiendo que tienes el equipo configurado de forma óptima.
Para gustos, los colores
¿Configurado de forma óptima? Pero, ¿qué es la forma óptima?, ¿cuál es el criterio que hay que seguir? Este es justo el dilema clave del asunto de la calibración. A lo largo de la historia han ido apareciendo diferentes estándares de imagen y sonido que ofrecían para la época la mejora calidad posible adaptándose a la idea que los creadores de los contenidos, los realizadores y directores de fotografía querían transmitir al espectador.
Sin embargo, la calidad final depende de muchos factores. Para empezar de cómo se pasa la imagen y el sonido del Master original al formato de consumo (DVD, Blu-ray, streaming, TV, etc.). En este punto de la cadena no resulta extraño asistir a auténticas aberraciones audiovisuales que rompen con ese estándar de calidad que se nos trata de vender.
Pero es que, como hemos comentado, estos estándares son variables con el tiempo, con cada tecnología, incluso son aceptados o no por los fabricantes y de formas diferentes en cada modelo. Por ejemplo, uno de los más conocidos es THX, una especificación que garantiza una serie de parámetros de calidad en la imagen y el sonido de los equipos de cine en casa.
¿Significa esto que los equipos certificados THX se ven y escuchan mejor que el resto? No, en absoluto. De hecho, puede que si pones tu proyector y receptor A/V en modo THX notes que le falta algo de impacto a la imagen y al sonido, algo de viveza. ¿Qué es lo correcto?, ¿cuáles son los parámetros adecuados?, ¿qué estándar es el que hay que seguir?, ¿qué patrón de calibración?
Si queréis, os doy mi opinión personal para que la toméis como tal, como una opinión más. Cuando compréis un nuevo equipo, primero usad un sistema de calibración básico que utilice patrones y cartas de ajuste y tratad de encontrar el punto óptimo a ojo utilizando dichos patrones en las condiciones de visualización habituales.
Una vez lo tengáis, coged varias películas que conozcáis muy bien y que tengan algunas características clave para calibrar. Por ejemplo, buscad algunas con colores vivos y llamativos tipo "El Hobbit" o "King Kong", otras con secuencias espaciales con negros profundos como las últimas de "Star Trek" y otras con blancos potentes que contrasten con el resto del escenario, como sucede en "Oblivion".
Reproducid algunas de sus escenas clave y terminad de ajustar a mano los parámetros de brillo, contraste, saturación, colores y definición para dejarlas a vuestro gusto. Sí, ya sé que los más puristas me diréis que esto es una aberración, que se sale de los estándares.
Puede que tengáis razón, pero mi opinión personal es que el único criterio válido es el nuestro propio y nosotros somos la mejor sonda de calibración que existe. Los estándares son guías (que por cierto han sido propuestas por individuos con sus propios gustos e ideas que pueden no coincidir con las nuestras) que nos marcan la calibración ideal en un mundo ideal con unos sensores ideales que capturan la luz de forma perfecta.
El mundo real no es así. Cada uno tenemos una biología diferente, nuestros gustos, ideas y percepciones que se ven modificados a lo largo del tiempo y que dependen de nuestro estado físico y emocional. Por ello creo que lo más coherente para lograr una estupenda imagen (y sonido) con nuestro nuevo equipo es seguir el proceso anteriormente descrito: calibración en base a patrones seguido por ajuste fino personal a nuestros gustos.
Al fin y al cabo, se trata de que nos sintamos a gusto y contentos con lo que tenemos y experimentemos el mejor espectáculo que la mezcla tecnología más biología nos pueda ofrecer, ¿no?
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