El desarrollo que han experimentado tanto los televisores como los proyectores durante la última década ha sido asombroso. Durante los últimos diez años la calidad de imagen de ambos dispositivos ha mejorado mucho, y, además, su precio ha bajado sensiblemente, por lo que hoy en día podemos encontrar en las tiendas tanto teles como proyectores a precios muy asequibles. Y, además, si nuestro presupuesto es relativamente bajo, no tenemos que conformarnos con un dispositivo mediocre. Hay propuestas baratas y de mucha calidad.
Si estás decidido a hacerte con una tele de última hornada, no dejes escapar nuestra guía definitiva para comprar un televisor en 2014, pero si entra en tus planes la posibilidad de comprar un proyector que te permita experimentar en tu casa sensaciones similares a las que nos ofrecen las salas de cine, sigue leyendo.
Televisión vs proyector
Antes de profundizar en el universo de los proyectores de última generación merece la pena que nos detengamos un momento para evaluar las ventajas que tienen las teles, y, cómo no, también las que nos ofrecen los dispositivos de proyección. Al fin y al cabo, que nos decantemos por uno u otro debe estar condicionado por nuestras necesidades y recursos (más adelante profundizaremos en estos factores). No obstante, es poco frecuente tener únicamente un proyector en casa, por lo que lo habitual es que quien decide hacerse con uno ya tenga, al menos, un televisor.
En estas circunstancias lo ideal es utilizar uno u otro en función de los contenidos que queramos disfrutar en cada momento y de la experiencia en la que queramos sumergirnos. En cualquier caso, si quieres instalar en tu salón una nueva tele o un proyector, te vendrá bien tener presentes estas características:
La puesta a punto de una televisión es más sencilla. Esto no significa que un proyector sea más difícil de utilizar, pero es evidente que su instalación es más compleja, sobre todo si necesitamos instalarlo en el techo, una operación que nos exigirá que compremos un soporte adicional. Aunque algunas teles y algunos proyectores vienen bastante bien calibrados de fábrica, normalmente si queremos sacarles el máximo partido tendremos que calibrarlos nosotros mismos. Y, habitualmente, es más complejo ajustar al milímetro un proyector que afinar un televisor. Merece la pena tenerlo en cuenta.
El mantenimiento de la televisión es más económico. De hecho, si nuestra tele no da ningún problema podremos utilizarla durante bastantes años sin invertir en ella un solo euro adicional. Sin embargo, los proyectores requieren que cada cierto tiempo cambiemos la lámpara. No es fácil precisar su duración porque depende del modelo de proyector, el tipo de lámpara, el ajuste de la luminosidad que utilicemos, la frecuencia de uso, etc., pero, como indicación, suelen durar entre 800 y 1.500 horas. Pasado ese tiempo tendremos que cambiarla, y eso suele representar un gasto que oscila entre 200 y 400 euros.
La puesta en marcha de un televisor es más rápida. Cuando queremos utilizarlo solo tenemos que pulsar el botón del mando a distancia y esperar no más de 3 o 4 segundos. Además, una tele es virtualmente inmune a la luz presente en la habitación. Sin embargo, un proyector nos obligará a esperar más que una tele hasta que la lámpara alcance la temperatura óptima de funcionamiento (suele oscilar entre 10 y 30 segundos). Además, habitualmente también requerirá que reduzcamos la luz presente en la habitación bajando las persianas y apagando las luces, lo que con frecuencia impide compatibilizar el visionado de los contenidos con otras actividades para las que es necesario tener al menos un poco de luz (dudo que esto moleste a alguien, pero no viene mal tenerlo en cuenta).
Y concluimos este apartado analizando el coste/pulgada. No es fácil precisarlo porque en el mercado actualmente podemos encontrar televisores y proyectores de precios muy dispares, pero, grosso modo, la relación coste/pulgada favorece a las teles hasta alcanzar, aproximadamente, las 46 pulgadas. Por encima de ese tamaño salen mejor parados los proyectores. Y, a medida que la diagonal se incrementa, el precio de las teles se dispara hasta alcanzar valores inasumibles para la mayor parte de nosotros, mientras que por menos de 900 euros podemos hacernos con un proyector Full HD de gama de entrada capaz de entregarnos imágenes con un tamaño máximo de 300 pulgadas (estamos preparando un post con varios modelos que no superan ese coste).
Una experiencia de cine
Como hemos visto en el apartado anterior, las televisiones aventajan a los proyectores en algunos frentes importantes, pero estos últimos cuentan con una baza esencial: nos permiten acceder a diagonales enormes por un precio razonable. En una vivienda de tamaño medio es difícil instalar una pantalla de proyección descomunal, pero una de entre 80 y 100 pulgadas, con una base que oscila entre los 2 y los 2,5 metros aproximadamente, es relativamente fácil de integrar. Por supuesto, la capacidad de inmersión en los contenidos que nos ofrece una pantalla de este tamaño es muy superior a la de un televisor de tamaño medio, que es el que solemos tener en casa la mayor parte de nosotros, y que suele oscilar entre 40 y 55 pulgadas. Pero esto no es todo.
Una de las razones más importantes por las que muchos aficionados al cine en casa (me incluyo entre ellos) prefiere disfrutar sus películas en un proyector y no en una televisión es la estética de las imágenes. Aunque ambos dispositivos son digitales, el acabado de las imágenes que nos ofrece un proyector es prácticamente idéntico al que podemos disfrutar en una sala cine porque la forma en que se genera cada fotograma es esencialmente la misma en ambos escenarios.
Sin embargo, todos sabemos que una tele trabaja de una forma muy diferente. El objetivo de este post no es detallar los principios de funcionamiento de estos dos dispositivos de reproducción de imágenes, pero nos viene bien tener presente que en gran medida esa estética tan distinta tiene su origen en la forma en que ambos manipulan la luz. Cuando miramos la tele estamos contemplando directamente el panel en el que se forman las imágenes y la fuente que emite la luz hacia nuestros ojos. Sin embargo, cuando usamos un proyector la luz se refleja sobre la pantalla de proyección, por lo que no miramos directamente hacia la fuente emisora. Esta diferencia, que en principio podría parecer poco importante, es la responsable de esa estética tan distinta, e, incluso, de que a largo plazo la fatiga visual que provoca mirar un televisor sea mayor.
Esto es lo que necesitas
Afortunadamente, hoy en día es mucho más fácil instalar un proyector en una habitación relativamente pequeña de lo que lo era hace una década. El tiro de muchos de los proyectores que podemos comprar actualmente es más corto, por lo que si conseguimos colocar la superficie del objetivo a unos 2,5 metros de la pantalla de proyección, una distancia habitualmente asumible, obtendremos en muchos casos una diagonal de unas 65 pulgadas, que no está nada mal. Esta cifra varía ligeramente de unos modelos a otros, pero nos viene bien tenerla en mente como aproximación. Si podemos disponer de, al menos, esta distancia, podemos instalar un proyector. También existen modelos de tiro ultra corto que es posible integrar, incluso, en habitaciones aún más pequeñas, pero la oferta de este tipo de dispositivos es más reducida.
Aunque hay proyectores muy luminosos que pueden ser utilizados en habitaciones en las que hay luz ambiental, lo ideal si queremos que la experiencia sea lo más cinematográfica posible (sobre todo si queremos utilizar nuestro equipo para ver películas) es que podamos anular la luz del entorno totalmente. Es importante tener esto en cuenta, sobre todo si no disponemos de una habitación dedicada y nos hemos visto obligados a instalar el proyector en una sala «multiusos», como puede ser el salón de casa. En estas circunstancias cuando queramos utilizarlo puede ser necesario negociar con los demás miembros de la familia el uso que se va a dar a la habitación durante las próximas horas. Esto no tiene por qué ser un problema, pero lo ideal es preverlo.
Hasta este momento hemos asumido que la habitación en la que vamos a instalar nuestro proyector tiene el tamaño adecuado, y que podemos controlar sin dificultad la luz ambiental para deshacernos de ella cuando sea necesario. Lo siguiente que debemos contemplar es el tipo de pantalla que necesitamos. Antes de plantearnos si queremos que sea con o sin ganancia y su tamaño, que vendrá dado por la distancia a la que podamos instalar el proyector (todos los modelos nos ofrecen un margen de maniobra bastante amplio), debemos decidir si queremos una pantalla fija o una solución motorizada.
Las primeras tienen dos ventajas: su instalación es más sencilla y apenas se deterioran porque la tela permanece siempre en la misma posición. Las motorizadas, como es lógico, son un poco más complejas porque requieren una conexión a la red eléctrica, y, además, la tela está expuesta al enrollado y al desenrollado. Pero estas últimas tienen una gran ventaja: cuando no se va a utilizar el proyector, prácticamente desaparecen, por lo que son la opción ideal cuando decidimos instalar nuestro equipo en una habitación que con frecuencia vamos a emplear para otros fines, como, por ejemplo, el salón de casa.
Y en esto debes fijarte
Si tienes claro que prefieres disfrutar tus películas en un proyector, y, por qué no, también tus programas de televisión favoritos y tus juegos, antes de decidirte por un modelo en particular te vendrá bien identificar las especificaciones en las que debes fijarte para elegir el que mejor se adecua a tus necesidades. Echémosles un vistazo:
Resolución. Actualmente para aplicaciones de cine doméstico no merece la pena apostar por un proyector con resolución inferior a Full HD (1.920 x 1.080 puntos). Esta es la definición estándar del Blu-ray Disc y de la mayor parte de los contenidos de cierta calidad que podemos encontrar en Internet, por lo que lo ideal es apostar por un proyector de este tipo. Afortunadamente, como hemos visto, el abanico de precios y modelos es muy amplio. Si somos muy exigentes desde un punto de vista cualitativo, no nos importa demasiado que aún apenas haya contenidos y nuestro bolsillo nos lo permite, también podemos optar por un modelo UHD/4K. Por el momento hay muy pocos proyectores de este tipo, y, además, son muy caros, pero su calidad de imagen suele ser fantástica.
Luminosidad. Si, por la razón que sea, no vas a poder eliminar totalmente la luz ambiental en la habitación en la que vas a instalar tu proyector, o bien tienes la suerte de poder proyectar sobre una pantalla realmente grande (de 200 pulgadas o más), te vendrá bien hacerte con un dispositivo luminoso. Un nivel de brillo de 1.700 lúmenes o más te garantizará unas prestaciones a la altura en entornos exigentes.
Contraste. Este parámetro condiciona la profundidad de los negros, el nivel de detalle en zonas oscuras y la capacidad que tiene un proyector a la hora de reproducir los colores, por lo que es importante que lo tengamos en cuenta. La tecnología de iris dinámico ha mejorado generación tras generación, por lo que algunos proyectores hoy en día nos ofrecen índices de contraste dinámico de hasta 1.500.000:1, e incluso más, que es una auténtica pasada. Pero, si podemos informarnos acerca del contraste nativo, mucho mejor. Un contraste nativo de al menos 50.000:1 nos asegura unas prestaciones de primera división.
Tecnología. Las diferencias de calidad que existían hace unos años entre las técnicas utilizadas por unos fabricantes de proyectores y otros se han ido diluyendo poco a poco. Por esta razón, actualmente podemos encontrar en el mercado diseños LCD, DLP, D-ILA y SXRD (estos dos últimos son realmente dos implementaciones de la tecnología LCoS realizadas por JVC y Sony respectivamente) con una calidad muy alta. Los mejores diseños nos ofrecen un nivel de detalle, una luminosidad y un contraste muy buenos, al margen de la tecnología que utilicen. Aun así, si queréis indagar en las cualidades y las debilidades de cada uno de ellos, podéis echar un vistazo al post que publicamos hace unos meses.
Las características que acabamos de mencionar son muy importantes, y, por tanto, merece la pena tenerlas en cuenta al elegir nuestro proyector. Pero no son las únicas a las que debemos prestar atención. También es interesante contemplar la calidad del bloque óptico, la conectividad, la solvencia de la lógica de procesado de imagen (que se va a encargar, por ejemplo, de escalar los DVD a Full HD), la vida útil y el precio de la lámpara, la compatibilidad con contenidos en 3D (esto solo para los cinéfilos a los que les guste esta tecnología) y su nivel de ruido, entre otras especificaciones.
Conclusiones
Como hemos visto a lo largo de este post, actualmente los proyectores son una alternativa a la televisión muy consistente en varios escenarios. En el del cine en casa un dispositivo de proyección nos ofrecerá una experiencia casi calcada a la que experimentamos en una sala de cine, que es lo que muchos aficionados buscan. Además, un proyector también nos permite disfrutar mucho determinados contenidos televisivos, como pueden ser los deportes y los espectáculos musicales. E, incluso, pueden ser utilizados para jugar si los alimentamos con la señal de vídeo que procede de una consola de última generación. Su polivalencia es estupenda.
Antes hemos comprobado que adolecen de algunas desventajas frente a las teles que también debemos tener en cuenta, pero que podemos pasar fácilmente por alto si podemos permitirnos combinar la utilización de un televisor y un proyector. De esta forma, la televisión puede ser el dispositivo idóneo para consumir los contenidos cotidianos, como informativos, programas de entretenimiento, concursos, etc., y el proyector puede ayudarnos a disfrutar al máximo nuestras películas, los espectáculos musicales, los acontecimientos deportivos... Por supuesto, esta es solo una sugerencia de uso. Lo ideal es que cada usuario decida qué contenidos quiere disfrutar a través de su proyector para darles un tratamiento cinematográfico, y cuales pueden ser perfectamente convincentes en la pantalla de su tele. Vosotros tenéis la última palabra.
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