El mercado 8K está en pleno auge por empuje de los fabricantes y eso que, siendo realistas, no pasa por ser ahora mismo una opción demasiado interesante, sobre todo por la falta de contenido a la que nos enfrentamos los usuarios a la hora de sacarle partido a tal cantidad de píxeles en pantalla.
Los televisores 4K tienen aún mucho que decir. La tecnología poco a poco está madurando y el contenido, aunque no es tan habitual como esperábamos, sí que va ganando terreno. No obstante, aún hay gente que se piensa el salto de resolución y por este motivo, puede ser un buen momento para valorar el rendimiento real que ahora mismo, a día de hoy, se puede sacar a esta tecnología.
4K, ¿donde lo puedo aprovechar?
Todo se inicia cuando vamos a comprar el televisor 4K al comercio de turno en el que nos ofrecen unas imágenes ideales. Colores perfectos y una resolución que, en parte, nada tendrán que ver con lo que experimentarás cuando llegues a casa, por muy bueno que sea tu televisor.
Y es que para aprovechar el contenido en resolución 4K, al menos sí vives en España, estás limitado a unas pocas plataformas de vídeo en streaming, al soporte físico y si te gustan los videojuegos, a los títulos que ofrecen las consolas de última generación. Ya puedes olvidarte del uso diario para poder ver el TDT a tope de píxeles, puesto que la calidad de imagen del mismo, al menos en nuestro país, brilla por su ausencia.
Si no estás suscrito a Netflix, HBO, Amazon Prime... y tu principal consumo en el televisor se limita a las cadenas generalistas en el TDT, el salto a la resolución 4K no es algo de imperiosa necesidad, si bien, esto lo matizaremos al final. El TDT suele funcionar a 1080i, por lo que un modelo 4K tendrá que reescalar la imagen y por muy buen procesado que haga, siempre ofrecerá un resultado inferior en lo que se refiere a la nitidez de la imagen frente al que puedes experimentar con tu televisor 1080p.
Otra opción es contar con un buen catálogo de películas en Blu-ray UHD (ojo, no Blu-ray "a secas") que te permitan aprovechar los 3.840 x 2.160 (2160p) píxeles en la pantalla. No obstante, el formato físico, aunque importante, cada vez tiene menos peso frente al streaming, por lo que no es demasiado habitual entre los consumidores. Basta con dar una vuelta por algunas tiendas on line para ver cómo la oferta no es muy abundante. Y los precios no son por otra parte, demasiado atractivos.
Si te haces con títulos Blu-ray 4K UHD (el estuche negro), podrás ver en la parte trasera, entre las especificaciones, como dan soporte a las tecnologías de las que estamos hablando. Es quizás, la experiencia más cercana a un cine en casa, sobre todo si como complemento tienes un buen sistema de audio "acoplado" a tu televisor.
Por ahora está claro: si lo tuyo no es el streaming o el formato físico y a no ser que vivas en un país donde la televisión en abierto esté a otro nivel, dar el salto al 4K puede no ser algo primordial.
¿Y por el HDR?
En su momento hablamos del futuro, de lo que suponía contar con HDR y ahora es algo ya habitual. De hecho podemos encontrar televisores 4K con soporte para HDR10, HDR10+, Dolby Vision, HLG... todas variantes que buscan el mismo objetivo. Pero ¿qué partido se le saca al contenido en HDR?
Pues el caso es casi calcado al anterior. Si quieres experimentar la mejora de imagen que ofrece el HDR en cualquiera de sus versiones, no queda más remedio que tirar de streaming o de formato físico. En las plataformas de vídeo bajo demanda es habitual encontrar series y películas grabadas con esta mejora, que permite aprovechar al máximo el panel de tu televisor.
Si lo tuyo es usar la TDT, por mucho HDR que soporte tu televisor, el contenido de este medio con dicha mejora de imagen es algo que a ti no te afectará, puesto que como hemos dicho antes, la calidad de imagen en el TDT sigue siendo más limitada.
En este sentido hay que aclarar que, al toparnos con varios estándares, debemos tener en cuenta cuál es el que soporta nuestro televisor para poder aprovecharlo. Un ejemplo lo tenemos en Netflix, donde buena parte de su catálogo cuenta con soporte para HDR en formato Dolby Vision.
Si nuestro televisor ofrece sólo soporte para HDR10, no podremos aprovechar series que por ejemplo están grabadas para aprovechar Dolby Vision o contenido con HDR10+. Es algo que tenemos que valorar cuanto compramos un televisor. Cuantos más estándares soporte, mejor para su amortización futura.
Mi experiencia personal
En mi caso, llevo con resolución en 4K en el televisor principal de casa desde hace unos 6 años y tengo que reconocer que, aunque al principio no apreciaba en demasía la evolución, con el paso de los meses sí que he notado como el 4K y todas las mejoras que ofrece se han ido asentando.
Empecé con un Sony 55XD9305 (intercalando brevemente un Sony KD55XE9305 ante los fallos de este) para pasar a un modelo Sony AF8. Un paso del tiempo en el que he notado sobre todo el salto del panel LCD LED a un OLED. Un cambio de tecnología que he notado sobremanera más que ninguna otra mejora y que me ha permitido disfrutar más de la resolución y del contenido en HDR.
La primera vez que vi una serie con entornos oscuros en un televisor con panel OLED parecía otro mundo. Las tonalidades negras alcanzan otra dimensión y es aquí donde sí que he notado una gran diferencia, algo que sí que me ha hecho disfrutar al 100% de una noche de tele y palomitas.
Hay que tener en cuenta que a la par que ha mejorado la tecnología en cuanto a hardware, se ha visto aumentar de forma significativa el contenido disponible. Si en los inicios, sólo teníamos acceso a Netflix (era la plataforma casi en exclusiva en España) y en dicha plataforma poco contenido ofrecía acceso a 4K con HDR (Marco Polo era la serie con la que primero lo saboreé), con el paso del tiempo son más y más las series, no sólo en Netflix, que ofrecen esta mejora.
Y van más allá, pues ya no se queda sólo en añadir series con HDR10. La evolución del hardware, cada vez más potente, permite acceder a mejoras como Dolby Vision o sonido Dolby Atmos. El catálogo en streaming ha mejorado en Netflix, pero también con la llegada de alternativas como HBO o Amazon Prime... por no hablar de los videojuegos.
También videojuegos
Normalmente el uso que le doy a mi televisor es el de ver las noticias vía TDT a mediodía y por la noche, por lo que no se puede apreciar la calidad del panel. Cuando quiero disfrutar de una buena sesión de cine o una serie, que suele ser por la noche, Netflix, HBO o Amazon Prime son la alternativa elegida.
Y es que llega a ser tal placer que muchas veces las búsquedas de contenido la realizo en función de la calidad con la que está creado. Puede parecer intrascendente por el buen escalado que hace, pero las diferencias entre una serie en Full HD y otra en 4K con Dolby Vision son muy importantes.
Y para los ratos de ocio, como antes he mencionado, me acompaño de una Xbox One X, que si bien es cierto, tengo algo abandonada, me ha dado largas horas de disfrute. He probado a usarla en mi otro televisor 1080p de 40 pulgadas y en el modelo 4K de 55 pulgadas y no hay color.
La experiencia que ofrece, (teniendo en cuenta que no es un monitor gaming o un televisor preparado), es sobresaliente, sobre todo por la sensación de inmersión que proporciona al poder beneficiarse de jugar en 4K con HDR con unos colores mucho más vivos que atraen todas las miradas... y claro, las 55 pulgadas también ayudan. Es quizás lo que buscan los monitores englobados en el formato BFD (Big Format Display).
Y aún así, el 4K es interesante
Y pese a todo, pese a que no hagas uso de plataformas en streaming, de Blu-ray UHD o de una consola de última generación, comprar un televisor 4K no es mala idea. Más bien todo lo contrario. El motivo es que los precios se han popularizado mucho y ya no hay que realizar un gran desembolso para tener un modelo de gama media en una diagonal contenida y con unas prestaciones más que dignas.
Sí, es cierto que hay aún modelos muy exclusivos, con altas prestaciones, pero la gran mayoría opta por uno de precio más asequible. Además, en los comercios, cada vez es más difícil encontrar televisores 1080p, por lo que el 4K es en muchos casos más una obligación que una opción.
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