Los aficionados al cine en casa estamos de enhorabuena. El abanico de opciones que tenemos a nuestra disposición actualmente es abrumador. Y no hablo solo de marcas, que son numerosas, y, en general, ofrecen productos de buena calidad, sino también de modelos. Los principales fabricantes suelen tener una gama amplia, de hecho, la competencia es tan encarnizada que, hoy en día, podemos comprar un proyector Full HD de bastante calidad por entre 600 y 800 euros.
Sin embargo, lo más interesante es que no solo podemos elegir entre un abanico muy amplio de marcas, modelos y precios, sino también entre varias tecnologías con diferencias importantes entre ellas: LCD, DLP, D-ILA y SXRD (las dos últimas son realmente las implementaciones de la tecnología LCoS realizadas por JVC y Sony respectivamente).
Ninguna tecnología es perfecta
La madurez de las tecnologías de proyección es indiscutible. Las diferencias que separan a los proyectores que recurren a cada una de ellas actualmente son mucho menos evidentes de lo que lo eran a mediados de la década pasada. Pero existen, por supuesto. De hecho, estas variaciones en los parámetros que determinan la calidad de las imágenes han provocado que haya incondicionales y detractores de todas las tecnologías.
Mi intención no es entrar en detalles técnicos farragosos, pero es evidente que si comparamos con el suficiente detenimiento todas las tecnologías de videoproyección, llegaremos a la conclusión de que existen diferencias entre ellas apreciables. LCD, por ejemplo, destaca por la naturalidad de los colores, y, además, los últimos modelos ofrecen una luminosidad muy buena con las imágenes en color, que son siempre más exigentes que cuando medimos el nivel de brillo del blanco. Sin embargo, no suelen ofrecer unos negros tan profundos y unos blancos tan brillantes como los de los mejores diseños DLP.
La tecnología DLP, por su parte, encanta a muchos aficionados por su nivel de contraste, luminosidad global y nitidez. Sin embargo, los modelos de precio razonable incorporan un solo chip DMD, lo que hace necesaria la introducción de una rueda de color para generar toda la paleta de tonos. Esta rueda suele provocar algo de ruido al girar, y, además, en algunos proyectores los colores son ligeramente menos fidedignos que en los LCD. La rueda se puede eliminar, pero para lograrlo es necesario instalar tres chips DMD, lo que encarece muchísimo los proyectores que utilizan esta solución.
Y, por último, los proyectores SXRD de Sony y D-ILA de JVC utilizan la tecnología LCoS, que, grosso modo, intenta aunar las ventajas de las tecnologías LCD y DLP. De hecho, suelen ofrecer un contraste muy bueno, unos negros profundos, buen nivel de detalle en las zonas oscuras, y, algo que muchos cinéfilos aprecian especialmente: la matriz de píxeles apenas es visible. Su principal pega es su precio. Y es que suelen ser más caros que los modelos equivalentes que utilizan las tecnologías LCD y DLP.
En cualquier caso, como os adelanté al principio del post, la madurez de estas tecnologías ha provocado que un buen diseño de cualquiera de ellas sobresalga en prácticamente todos los parámetros importantes. Por esta razón, no es extraño encontrar, por ejemplo, un proyector LCD con un contraste magnífico o un DLP silencioso y con un color muy convincente. ¿Cuál es vuestra opinión al respecto? ¿Qué tecnología preferís vosotros? Debatamos entre todos cuál es la más atractiva actualmente.
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