Generalizar es siempre injusto. Desde luego. Pero hacerlo nos permite llegar a conclusiones generales imposibles de acotar de otra forma. Por esta razón, un post como este exige una atención a los matices que no resulta tan necesaria en otros ámbitos. Como habréis intuido al leer el título de esta entrada, me propongo intentar arrojar un poco de luz acerca de lo que podemos esperar de un monitor profesional y de una caja acústica de Alta Fidelidad.
Los monitores profesionales o de estudio suelen utilizarse en instalaciones de grabación y salas de monitorización por varias razones. Por un lado, suelen ser activos, aunque también los hay pasivos, por lo que no precisan que utilicemos una electrónica de ataque dedicada, que ocupa espacio, disipa calor y, además, complica ligeramente la infraestructura. Además, suelen estar diseñados de manera que su respuesta en frecuencia no se vea seriamente alterada aunque los coloquemos muy cerca de una pared. En una habitación de pequeñas dimensiones esta cualidad puede ser muy ventajosa.
No obstante, los atributos de los monitores profesionales no acaban aquí. Habitualmente son capaces de alcanzar un nivel de presión sonora más elevado que una caja acústica Hi-Fi equipada con transductores de dimensiones similares, lo que en determinados ámbitos puede ser importante. Pero, según mi experiencia, su principal virtud es, al mismo tiempo, su más importante debilidad. Los monitores suelen estar diseñados para exhibir una respuesta lo más plana posible y un balance tonal neutro, por lo que restituyen el sonido, a priori, «tal y como es».
Esto está muy bien, y nos permite discernir cualquier defecto en la toma de sonido con facilidad. Si nuestro objetivo es diseccionar una grabación, resulta muy apetecible. Pero si lo que queremos es, simplemente, escuchar música de la forma más relajada posible, este exceso de microinformación puede provocar una fatiga acústica considerable que puede invitarnos a abandonar la sesión de escucha en poco tiempo; una decisión enfatizada, además, por el brillo que confieren algunos monitores al extremo agudo.
El turno de las cajas acústicas Hi-Fi
Primera desventaja de estos altavoces: son casi siempre más caros que los monitores profesionales, al menos que los de campo cercano concebidos para salas de tamaño comedido. De hecho, podemos encontrar sin esfuerzo modelos que añaden muchos ceros al precio de unos buenos monitores de estudio. Además, estas cajas acústicas suelen ser mucho más quisquillosas que los monitores de campo cercano en lo que concierne a su ubicación. Si hay alguna pared relativamente cerca, e, incluso, aunque no la haya, nos veremos obligados a acondicionar acústicamente la habitación empleando paneles absorbentes y difusores; de lo contrario, enfatizaremos el extremo grave y la respuesta en frecuencia de las cajas quedará desvirtuada.
También es importante tener muy presente qué potencia máxima admite cada caja acústica según el fabricante, pues, si se nos va la mano con el potenciómetro de volumen, podríamos dañar alguno de los tweeters, que son los transductores más sensibles a la distorsión. Aun así, tampoco debemos obsesionarnos. Es preferible tener una amplificación holgada y capaz de entregar vatios de mucha calidad con una tasa de distorsión mínima, que optar por una etapa de potencia que se ajusta exactamente a la que soportan nuestras cajas acústicas, pero que trabaja siempre al borde del clipping.
Si a una caja acústica que soporta en teoría 150 vatios continuos, por ejemplo, le suministramos 180 vatios con una distorsión mínima y siempre bajo control, no le pasará nada. En estas condiciones es muy difícil que un transductor resulte dañado. Sin embargo, si atacamos esa misma caja con una etapa capaz de entregar esos 150 vatios nominales al borde de la saturación, nuestro altavoz de agudos lo pagará caro. Y nuestros oídos también.
Habitualmente, los fabricantes de cajas acústicas de Alta Fidelidad ajustan el filtro divisor de frecuencias para compensar las carencias de los transductores. Además, suelen buscar una restitución transparente, pero, a la par, un sonido agradable que no provoque fatiga durante audiciones prolongadas. Por esta razón, estas cajas acústicas suelen padecer de un cierto nivel de coloración, pero pueden ser disfrutadas de una forma muy placentera durante mucho tiempo seguido, una cualidad esencial para la mayor parte de los audiófilos y los melómamos.
Conclusiones
He comenzado este post anticipando que generalizar es injusto, y creo necesario volver a hacer hincapié en esta realidad. Todo lo que he defendido es extrapolable a buena parte de los productos que podemos encontrar en el mercado actualmente. Sin embargo, a pesar de lo que he expuesto, en alguna ocasión he escuchado monitores profesionales que coloreaban mucho el sonido, y cajas acústicas Hi-Fi con una transparencia y una precisión quirúrgicas.
¿Mi consejo? Tened estas ideas muy presentes, pero, antes de decantaros por un producto u otro, intentad escucharlos con cierta calma. Dejad que vuestros oídos os guíen, y la probabilidad de que acertéis en vuestra decisión de compra será mucho más elevada.
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