Llega de nuevo ese extraño día que se repite año tras año, el del cambio al horario de invierno, una acción que todos tendremos que realizar de forma manual o automática en nuestros relojes y dispositivos y que este 2023 tendrá lugar en la madrugada del 28 al 29 de octubre, coincidiendo como suele ser habitual con la transición entre la noche del sábado al domingo.
A las tres de la madrugada pasarán a ser las dos (hora peninsular), justo lo contrario que sucede en el cambio de horario de verano. Parece poca cosa, pero además de los desarreglos fisiológicos el cambio horario también puede llegar a repercutir en nuestro gasto a final de mes, ya que está muy relacionado con el consumo energético.
Se trata de una medida que fue aplicada por primera vez a principios del siglo XX y que posteriormente cerca de un 40% de países en todo el mundo han venido acogiendo con el argumento generalizado de que se consigue un mayor ahorro energético y que los ciudadanos podemos aprovechar mejor la luz natural del sol.
Sin embargo, si bien es cierto que en espacios con grandes sistemas de iluminación artificial (empresas, comercios, oficinas, fábricas, etc.) es posible lograr un ahorro económico importante, en los hogares la medida puede incluso ser contraproducente, ya que este desplazamiento del horario de luz natural no coincide con los precios bajos de la electricidad para uso doméstico.
Cambiamos a horario de invierno, pero los precios de la luz siguen con horario de verano
Y es que el principal motivo para que a los consumidores domésticos no nos beneficie el cambio de horario lo encontramos en cómo se comporta el precio de la electricidad: cambiamos los relojes a horario de invierno, sí, pero la facturación de la electricidad se mantiene con el horario de verano.
Como vimos a fondo hace unas semanas cuando calculamos cuáles son realmente los horarios más baratos y caros en el precio de la luz, en media la mayoría de los días las horas con el precio de la electricidad más barato se han situado en la franja que va de las 14:00 a las 16:00 de la tarde y de madrugada entre las 02:00 y las 05:00. Por su parte, el horario más caro ha estado en la franja que comprende de las 20:00 a las 22:00.
Es decir, ni los tramos oficiales en los precios de la luz tienen ya una influencia real en nuestras facturas, por lo que aunque se cambiasen estos para adaptarse a la hora de invierno sería difícil contemplar resultados.
Con el paso al horario de invierno lo que estamos haciendo es básicamente ganar una hora de luz natural al amanecer, tramo que como podemos ver en el gráfico de precios medios tiene un coste intermedio de la electricidad para consumidores domésticos entre las 06:00 y las 13:00 horas, mientras que perdemos una hora de luz natural por la tarde-noche, que como podemos observar es donde se sitúa la franja con precios más elevados.
Esto nos obliga a tener que encender las luces de casa una hora antes por las noches, justo en el horario donde la electricidad está en media más cara, lo contrario que sucede cuando pasamos al horario de verano.
Un impacto pequeño si usamos iluminación LED
Por todo ello, el cambio horario de invierno puede ocasionarnos un cierto incremento en la factura eléctrica a final de mes, aunque también hay que considerar cómo de importante puede llegar a ser este coste.
En la práctica, la realidad es que la mayoría de familias siguen manteniendo sus hábitos de uso de electrodomésticos con independencia del horario de la luz natural (frigoríficos, lavadoras, hornos, etc. se usan igual sin importar el cambio de hora), causando el cambio horario solo variaciones en el uso de la electricidad para generar luz. Es decir, en general lo que variamos es cuándo encendemos las bombillas de casa.
Dado que la mayoría de viviendas contamos ya con bombillas de tipo LED de muy bajo consumo, tener encendida una hora más cada día la iluminación de casa en general no supone una diferencia notable.
Por ejemplo, suponiendo un caso típico en el que tengamos cuatro o cinco bombillas LED encendidas de más cada día una hora, cada una gastando 5 o 6 vatios, el consumo diario extra será de entre 20-30 vatios. Extrapolando a todo un mes tenemos entre 600 y 900 vatios, que si tomamos un precio medio de la electricidad de 0,20 euros por kilovatio nos da un gasto extra de unos 0,18 euros al mes.
Por supuesto, si todavía tenemos bombillas incandescentes clásicas el importe puede multiplicarse por cinco fácilmente, al igual que si somos muchos convivientes en casa, cada uno en su habitación con varias luces encendidas, tenemos jardín, patio o terraza con iluminación exterior múltiple o lámparas con varias bombillas cada una, estos precios se pueden incrementar notablemente.
También nos costará más si somos de variar nuestros hábitos sociales y con el cambio de horario al perder una hora de luz por las tardes pasamos a volver antes a casa en lugar de estar realizando actividades en el exterior. Con ello tendremos por tanto un mayor uso de nuestros equipos y dispositivos y un mayor consumo.
En estos casos por ejemplo podemos considerar algo básico como que encenderemos el televisor, el decodificador de nuestra operadora o un PC consumiendo unos 150-200 vatios más al día en esa hora, dependiendo de cada caso concreto los equipos que tengamos. Extrapolando a todo un mes obtenemos entre 4.500 y 6.000 vatios más, lo que nos da un coste adicional de 1,2 euros por cada habitante de la casa que encienda sus equipos una hora antes.
Imagen portada | Mpho Mojapelo
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