La tecnología de comunicaciones, Internet y sus múltiples servicios, la inteligencia artificial siempre conectada y la nueva economía digital tienen un impacto en la huella de carbono del planeta, ya que necesitan ingentes cantidades de energía eléctrica para funcionar, muchas veces en segundo plano y sin que nos demos cuenta.
Un claro ejemplo de este uso continuado son las emisiones en streaming, presentes en nuestro día a día en la forma de muy diferentes servicios de música y vídeo bajo demanda que con cada vez más calidad de imagen y sonido nos acercan hasta nuestras pantallas infinidad de contenidos que dejan tras de sí un gasto energético considerable.
Y esto es justo lo que ha estudiado la Royal Society en su último informe titulado "Digital technology and the planet: Harnessing computing to achieve net zero", un texto que analiza en 130 páginas el impacto de las nuevas tecnologías digitales en la contaminación de nuestro entorno, obteniendo algunas conclusiones interesantes.
A más píxeles más contaminación
Entre ellas nos encontramos con la relacionada con el streaming de contenidos de vídeo y su capacidad para contaminar a medida que incrementamos la resolución de los contenidos. Es una conclusión lógica, ya que cuanta más resolución tengamos más ancho de banda es necesario para su transmisión y a su vez más cantidad de energía tanto en la parte del emisor como de los nodos intermedios, de la red en general y en la parte del receptor, aumentando las necesidades de procesamiento de nuestros routers, equipos de imagen y sonido e incluso terminales móviles.
El estudio concluye que una hora de vídeo en definición estándar (por debajo de 720p) produce 8 veces menos emisiones que si elegimos la resolución 4K. Es decir, se centran en el apartado de la transmisión de datos y comparan el número de píxeles directamente con la cantidad de emisiones de carbono producidas, algo que no sería del todo exacto ya que también habría que considerar asuntos como la eficiencia de los códecs y de las CPU-GPU a la hora de decodificar los vídeos.
No obstante, son cifras y recomendaciones interesantes, ya que por ejemplo proponen que dejemos de usar la alta definición en los contenidos para móviles al no suponer una auténtica mejora visual dadas las reducidas dimensiones de las pantallas.
Esta conclusión también es extrapolable al sector de los televisores con las nuevas resoluciones 8K que ya están llegando y donde otros estudios llevados a cabo por gigantes de la industria como Pixar, Amazon, LG, ASC y Warner Bros concluyen que son muy pocos los espectadores que pueden apreciar la diferencia entre el contenido 4K y 8K en un televisor de 88 pulgadas, y mucho menos en tamaños inferiores.
La Royal Society propone que sean las plataformas y los reguladores los que limiten la resolución del streaming en equipos donde no podamos llegar a disfrutarlos del todo e incluso afirman que sería conveniente que se nos den las herramientas para apagar el vídeo en servicios donde solo se esté escuchando contenido pero no prestando atención a las imágenes, como por ejemplo sucede en muchos vídeos de YouTube con música o charlas que escuchamos en segundo plano.
Más información y descarga del informe | The Royal Society
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