Llevo un año con un frigorífico americano y tendrían que pagarme para volver a uno normal. Tiene demasiadas ventajas

El extra de espacio hace que un frigorífico americano consuma más, pero la comodidad y el almacenamiento que te llevas por el camino lo compensado

Samsung
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Muchas veces, no sabes que echabas algo de menos hasta que llega a tu vida. Y justo esa ha sido mi experiencia tras un año con un frigorífico americano.

Tanto que ahora me arrepiento de no haber hecho el cambio mucho antes, por espacio, comodidad, economía y otros factores que repasaré. Esto es lo que he ganado respecto a mi antiguo frigorífico vertical de dos puertas.

Espacio, espacio, más espacio

Frigorífico americano

Empezaré explicando por qué cambié de frigorífico. En casa teníamos un viejo Balay de dos puertas: congelador arriba y frigorífico abajo. Salió buenísimo y duró muchos años, hasta que comenzó a generar hielo. Por mucho que cambiamos las gomas (punto para el fabricante, pudimos encontrarlas pese a que era un modelo de hacía dos décadas), por mucho que lo manteníamos bien cerrado, limpio y en una temperatura moderada, acababa creando mucho hielo.

Esto, además de ser incómodo, era bastante nocivo para la eficiencia energética. En este sentido, la OCU nos recuerda que "tres milímetros de escarcha en las paredes del congelador aumentan el consumo un 30%". Al medirlo, el frigorífico estaba consumiendo más de 2,7 kWh por día, lo que supone unos 1000 kWh al año. Aproximadamente, a 0,15 euros el kWh, el año de luz me salía a 150 euros. Una ruina.

Estas cuentas son las nos llevaron a querer cambiar definitivamente. Hablando en casa de qué tipo de frigorífico queríamos, no lo teníamos claro, pero viendo distintas opciones establecimos el espacio y el orden como prioridad. Y viendo los frigoríficos de amigos y familiares, y comentando con ellos, nos decantamos por un americano o side-by-side.

Frente a los combi, similares al que habíamos tenido, ganábamos mucho almacenamiento en el congelador, y sobre todo, más comodidad al apilar. Esto era clave, porque cocinamos mucho en tuppers, y apilar para sacar a descongelar  es mucho más sencillo que en los cajones de los combi. Además, en los modelos que íbamos viendo, la capacidad del congelador en litros era mayor. En la cocina teníamos espacio, así que no había problema en que, como son, el americano fuera algo más ancho del anterior.

Espacio El espacio entre estantes y puertas en el modelo que elegimos es espectacular. Nunca se nos ha quedado pequeño

Otro punto era la comodidad. Si priorizábamos los alimentos más usados en la parte superior, apenas tendríamos que agacharnos, lo que generaría menos tiempo de rodillas o agachados buscando el tupper o alimento que teníamos en mente. Y, a su ves, el consumo bajaría, porque el tiempo de la puerta abierta también se reduciría, al tenerlo todo más a mano fuera de cajones (salvo en la parte inferior) y en la puerta.

En la parte de frigorífico en sí, sí que echábamos de menos un modelo un poco más ancho, porque ciertos elementos cabían peor a lo largo que en nuestro anterior frigo.

El auténtico chollo que vino a vernos

Frigo En abril pude ver en persona este frigorífico de Samsung con pantalla e integración en su ecosistema. El sobrecoste de algo así sigue sin merecer la pena. No perdimos mucho tiempo

Uno de los problemas de los frigoríficos americanos es su precio. El que veía en las marcas que más me atraían era prohibitivo, por encima de los 1300 euros. No buscaba tecnología, integración con ecosistemas conectados ni nada parecido, sino la mejor opción de enfriamiento y durabilidad. Pero, por precio, tiré la toalla y empecé a ver ofertas.

Lo que veía por unos 600 euros no me convencía, hasta que milagrosamente recibí un mensaje de un amigo que me pasaba un chollo. Sumando ofertas, Samsung tenía un americano que se me quedaba a 562 euros, el RS66A8101S9. No era el mejor en clasificación energética, pues se quedaba en E, pero consumía aproximadamente un tercio de mi ruina de ese momento, y encontrar un americano de ese tamaño con un consumo significativamente menor por un precio moderado era misión imposible.

Por ese precio, auténtico chollo, pues en un paseo por grandes almacenes lo había llegado a ver a 1200 euros esos días. Ya de oferta, en la web de Samsung estaba a 900 euros. Los 20 años de garantía en el compresor (algo común en otras marcas) daban confianza.

Conseguir mucho espacio, bajo consumo, poco ruido y capacidad de refrigeración (para hacer trabajar menos tiempo al compresor) son aspectos que encarecen mucho cualquier frigorífico, pero que disparan un americano

Mirando a la competencia, por 600 euros había modelos algo menos tragones de energía, pero 1) tenían mucha menos capacidad en litros y 2) no eran tan silenciosos. Lo primero era relevante dado que el almacenamiento era nuestra prioridad. Hablamos de 409 litros de frigorífico y 243 litros de congelador, con 36 decibelios de ruido según la etiqueta. Un modelo comparable de la competencia por precio estaba en 334 litros de frigorífico (un 22% más de capacidad en el Samsung) y en 185 litros de congelador (un 31% más de capacidad en el Samsung).

La clave del modelo de la oferta es algo común en la compañía coreana, que llaman SpaceMax, y que básicamente es una tecnología con la que reducen el tamaño de las paredes. En segundo lugar, los comparables estaban en unos 42 decibelios, que es una categoría por debajo de los 36 del de la oferta (y una cifra casi no superada por modelos más caros).

La experiencia fue la esperada

Antes de decidirnos finalmente, miramos otro modelo un poco más caro, que también estaba en oferta, con depósito para agua fría. Sin embargo, dicho depósito restaba demasiado espacio al congelador, y preferimos optar por el modelo convencional. Para el agua, usaríamos botellas de agua, como toda la vida.

Una vez instalado y habiendo esperado el tiempo prudencial, hicimos el cambio de un frigorífico a otro, y no había color. El nuevo era mucho más espacioso, y es algo de lo que nos dimos cuenta simplemente trasladando alimentos. Ahora teníamos más espacio para tuppers, así que podíamos cocinar platos más grandes para almacenar. Gracias a los compartimentos, los tuppers no se movían, mientras que con el antiguo se nos rompieron varios por lo mal que se apilaban.

Frigoalimentos La colocación de los alimentos en las fotos de producto no tiene ningún sentido, al igual que el espacio aprovechado. Pero el potencial se entiende.

En cuanto a los alimentos en sí, notamos que se conservan mucho más tiempo que en el anterior, aunque eso tampoco es baremo de nada, pues el anterior modelo era muy antiguo y como he comentado, generaba hielo, lo que le hacía ser menos eficiente. El tiempo necesario para enfriar bebidas o congelar alimentos es mucho menor, algo que notamos mucho cuando metemos cerveza en el frigo o en el congelador. Cuando hay prisa, ayuda el modo de congelación rápida.

Otros aspectos como el ruido también son reseñables, aunque he de decir que tantos años después, esperaba que los 36 decibelios anunciados apenas se escuchasen con la casa en silencio. Y la realidad es que siguen sin suponer el silencio esperado, pero estoy contento por no haberme decantado por modelos de 42 decibelios.

El consumo, una vez estabilizado, es incluso mejor de lo esperado. Midiendo con el enchufe inteligente obtuve 0,7 kWh por días en días en que no estuve en casa, 0,9 kWh con uso normal y 1,3 kWh en un día de fiesta con muchos invitados. De media podemos decir que sumando días que no estamos, estaremos en unos 300 kWh anuales, menos de un tercio de lo que medía de media con el frigo anterior.

Con las pruebas, recordaré para siempre que hay que tratar de abrir la puerta lo menos posible, siguiendo el consejo de marcas como Bosch o LG. Eso sí, si el consumo es la prioridad, según Samsung, mi modelo consume 100 kWh anuales más que uno de sus modelos combi de la misma clase energética (E). Con todas las ventajas que he expuesto, por menos de 15 euros al año, me merece mucho la pena el consumo extra.

Imágenes | Samsung y NRD en Unsplash

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