Los bebés y los niños pequeños son lo más valioso pero a la vez lo más frágil de la casa. Requieren de la atención prácticamente constante de un adulto y de la vigilancia permanente en sus ratos de juego dentro del hogar y sobre todo en nuestros jardines.
En los últimos años las empresas tecnológicas parecen haberse dado cuenta de las tremendas posibilidades que los nuevos avances en sensores, cámaras y comunicaciones inalámbricas pueden traer al sector de la vigilancia infantil y los están aplicando a diversos aspectos de su control y cuidado cotidiano.
Dos son actualmente las tendencias principales para velar por la seguridad de los más pequeños: los equipos de vigilancia y cuidado a distancia y los sistemas de cuantificación y control cada vez más pegados al cuerpo de los pequeños.
Sistemas de vigilancia, cuidado y control a distancia
Una de las aplicaciones más inmediatas de la tecnología al cuidado de los niños es la videovigilancia. Hasta ahora ya conocíamos la existencia de los típicos vigila-bebés, capaces de transmitir el sonido de la habitación de los niños con una calidad de audio relativamente buena.
Estos dispositivos han evolucionado y ahora es posible tener una auténtica cámara de alta definición en un pequeño aparato a prueba de golpes y cuyas transmisiones podemos ver directamente desde el teléfono móvil. Marcas como Belkin o Philips ya trabajan en ello y han lanzado al mercado productos que nos permiten hacer esto y mucho más, como por ejemplo escuchar a los pequeños desde cualquier parte del mundo que tenga conexión a Internet.
Otras empresas como Withings apuestan por dar un paso más e integrar en los vigila-bebés sensores que nos informen en tiempo real sobre diferentes parámetros de la habitación de los niños como temperatura y humedad, al tiempo que podemos hablar con los peques a distancia o reproducir temas musicales para que estén relajados.
Un paso más lo están dando los últimos desarrollos en cunas inteligentes, que se van a convertir en auténticos centros tecnológicos avanzados capaces de interactuar con los niños mientras nos informan de su estado y nos facilitan su vigilancia y cuidado.
Empresas como Teddy Dreams ya tienen a la venta modelos de cunas inteligentes que ofrecen desde acunado automático, grabación y reproducción de la voz materna, músicas y melodias hasta programación automática de funciones y luces antipánico.
Además, en pocos años veremos como estas cunas 2.0 incrementan sus capacidades de forma exponencial gracias a la segunda tendencia en vigilancia y cuidados para niños que comentábamos al principio, la relacionada con la cuantificación personal.
Unos niños hipercuantificados
Los adultos utilizamos la cuantificación para controlar aspectos como el ejercicio realizado a la largo del día, las calorías consumidas, medir algunos parámetros biológicos como el ritmo cardíaco, etc. Con los niños esta cuantificación está expandiendo sus límites permitiéndonos tener controlados prácticamente todos los aspectos de sus vidas.
Por ejemplo, con los nuevos desarrollos en biberones inteligentes ya es posible desde controlar cuánto comen y a qué velocidad, hasta saber la temperatura de la leche o qué cantidad de alimentos tenemos que darles cada día.
Y en poco tiempo asistiremos además a la llegada masiva de los detectores de calidad alimenticia a los biberones y platos de los más pequeños (también de los adultos) que nos indicarán la presencia de bacterias y sustancias patógenas en la comida, evitándonos así una posible intoxicación.
La cuantificación en forma de pulseras, colgantes o diademas ya es capaz de tener controlados a los niños y de enviarnos la información sobre sus actividades directamente a nuestros ordenadores o teléfonos. ¿Para qué puede servir? Pues por ejemplo para conocer si se están moviendo o están tranquilamente jugando sentados en su habitación, para saber si se han caído o incluso para vigilar que no realicen actividades peligrosas.
En este sentido, los sistemas de detección de inmersiones nos ayudarán a salvar vidas facilitando a los adultos datos precisos sobre el tiempo que los más pequeños pasan en el agua y sobre todo si llevan sumergidos más de lo debido. En este caso se enviará automáticamente una alerta al móvil y podremos actuar antes de que sea tarde.
Pero la auténtica revolución de la cuantificación infantil llegará de la mano de nuevos sensores corporales permanentemente colocados sobre la piel de los niños y conectados a Internet y otras redes locales. Empresas como Ericsson y MC10 ya tienen prototipos funcionando y quieren que esta tecnología se convierta en realidad en unos pocos años. ¿Qué nos aportan?
Pues la posibilidad de monitorizar y vigilar las constantes vitales en tiempo real y permitir el diagnóstico precoz de enfermedades antes incluso de llegar a tener síntomas. Para ello este tipo de sensores avanzados son capaces de detectar parámetros como la temperatura, el ritmo cardíaco, presencia de ciertas sustancias extrañas en la sangre o en el sudor, frecuencia respiratoria, niveles de oxigeno, de glucosa, colesterol, etc.
Si a estas capacidades detectoras les añadimos la posibilidad de comunicarse con las bases de datos online, incluso con los médicos en tiempo real gracias a Internet, tenemos sentadas las bases para un control exhaustivo del estado de los más pequeños. Será como tener un laboratorio pediátrico permanentemente conectado a su cuerpo pero sin que les moleste ni afecte a sus vidas cotidianas.
Foto | Ericsson
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